_Reglamento Violeta_

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1964

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1964...

Duxo caminaba apresurado por los grandes pasillos de la cueva de su pareja.
El olor a cigarro era prominente y las palabras anterior dichas por Aquino realmente le habían hecho eco en la cabeza.

El punto de su visita no era para eso, necesitaba urgentemente hablar con el asistente de Aquino, Soarinng.

—¡Chuu! Ven conmigo.— Dijo en cuanto llego a su escritorio.

—También bien Duxo, no necesitas preguntar.— Respondió con sarcasmo.

Su enojo anterior aún no bajaba y a pesar de saber que Aquino no iría a trabajar, el organizar un poco a los demás era una obligación.

Duxo entro a la oficina de su pareja junto a sus asistente y cerro con llave.

—Seré directo, alguien embrujo a Aquino y estoy seguro que fue uno de todos los empleados.— Toda esa situación no podía pasar por arte de magia.

—¿De qué estás hablando? ¿Qué le pasa a Aquino? Solo estaba herido cuando llegue.—

—Actuó como un lunático en cuanto despertó y resulta que ni siquiera es el Aquino que conocemos. Necesito que hagas una pequeña investigación y me digas quien puede ser el maldito traidor.—

—¡¿QUÉ!? ¿Estas bromeando? Hay demasiado empleados, no puedo preguntarle a cada uno y tengo restricciones de áreas gracias a mi torpeza.—

—Me importa una mierda Soarinng, lo vas a descubrir y me lo traes vivo y amarrado. Pide ayuda si es necesario.—

Soarinng estuvo apunto de quejarse de nuevo, negando el trato. No iba a tener recompensa de absolutamente nada.
Si no fuera por el arma literalmente apuntando su estomago, se hubiera vuelto a negar.

—¡B-bien! Pero deja de apuntarme con esa cosa, parece que su deporte favorito es amenazarme con esa puta excusa.—

—Gracias, prometo darte algo.— Le sonrió para ver como salía de la habitación.

La sensación de estrés no tardo en llegar. Ahora debía arreglar todo el desastre que Aquino había dejado.
Estaba cansado, pero no podía dejar así las cosas.

Con un ligero dolor de cabeza aventó su cuerpo directo a la silla del escritorio. Mientras pensaba que otra cosa podía ser por recuperarlo, escucho un ligero ruido por uno de los cajones.

Extrañado lo abrió y lo que encontró lo dejo con más dudas. Era el libro que anteriormente había visto leer a Aquino. Tenía una portada extrañamente llamativa; era morada y con detalles dorados relucientes.

No tenía titulo por lo que descifrar de que trataba era complicado.
Aunque no creía demasiado en la magia, ese libro gritaba tener que ver con algo de esa situación.

Recordaba muy bien que ni siquiera había sido comprado por su pareja, si no que era un simple obsequio.

"—¿Y ese libro? Parece que necesitaras una estantería nueva cariño.—

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