_Verte Vivir_

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1964

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1964..

La mañana siguiente había despertado a Aquino, algo adolorido y mareado por los pensamientos y recuerdos de ayer.

Poco a poco intento levantarse, pero un peso sobre su hombro y pecho lo detenían.

Con los ojos apenas abiertos reviso la cama y noto a un pequeño bulto de cabello acostado sobre su pecho.

Intentando razonar, noto que lo que había ahí solamente era Duxo dormido.
Sin mas se rindió a intentar levantarse y sin darse cuenta acaricio el cabello de Duxo.

Era suave y demasiado oscuro, un pelo bastante envidiable.

—Buenos días.— Escucho decir a Duxo.—¿Cómo te sientes ahora?—

—Mejor, gracias.— Respondió mientras aún acariciaba su cabello.—¿Tienes mucho tiempo despierto?—

—Un poco, tal vez... cinco minutos.—

Duxo intentaba no quedarse dormido por aquel cariño recibido, por lo que se levantó y se sentó sobre la cama para dedicarse a intentar estar más despierto.

Con los dos bostezando, Aquino hizo lo mismo que Duxo.

—Tuve un sueño.— Dijo Duxo.

—¿Un sueño?—

—Más bien una pesadilla... sobre ti.—

Aquino le dió toda su atención.

—Estabas ahí, acostado sobre una camilla de hospital rodeado de arreglos bonitos. Te vez muy mal.— Intento ahogar el nudo en su garganta.

—¿Viste algo más? ¿A mis amigos o mi familia?—

—Solo estábamos tu y yo, nadie más. No me imagino lo que todos deben de estar pasando ahí.—

Aquino logro observar la fiel preocupación en sus ojos. Su vida estaba en juego, eso era algo obvio y a pesar de la situación era una excelente noticia.

—No puedo creer lo que vi.— Tartamudeo Duxo.

—Pero esa es una gran noticia, es justo como dijiste, si los dos nos encontrábamos en una situación peligrosa podríamos regresar ¡Solo falto yo!— Dijo con ánimos.

Duxo no le dirigió la palabra y mucho menos la mirada. Miro la mesita de noche mientras contenía las lágrimas y el sollozo.

—No te entiendo.— Hablo algo molesto.—¡¿Por qué actúas así ahora?! ¡Se supone que tu eras el que quería esto!— Le recriminó.

—No te importa..—

—¡Claro que me importa! Se supone que eres importante para mi y lo eres, Duxo.—

Le daba rabia que este solo lo ignore, haciéndose el tonto y sin poder mirarle a la cara.

—¡Respóndeme!— Enojado agarro sorpresivamente su brazo, obligándolo a voltear.—¿Estas bien?—

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