_La Ultima Despedida_

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1964

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1964..

Soarinng llamo al número de Duxo de nuevo. Era la quinta vez que intentaba contactarlo y simplemente no contestaba.

Sentía el miedo recorrer su espina dorsal por la información que tenía.

—¿¡Qué carajos hace justo ahora este imbecil?!— Chillo desesperadamente mientras miraba por todos lados.

No era fanático de los teléfonos públicos y mucho menos en la noche.

Se estaba quedando sin paciencia y monedas. Llamaría una última vez y si no respondía se negaría a hablar con él de nuevo.

—¡Responde imbecil!— y de nuevo el buzón.

Se sentía molesto por perder su tiempo. Decidió que para no verse tan idiota le dejaría un mensaje y listo.

—¡Duxo! Necesito que contestes o al menos escucha esto...— De nuevo miro a su alrededor aterrado.—Justo ahora estoy en la punta del pueblo, justo en esa cafetería en donde hubo un tiroteo.—

Sintió sus manos temblar.

—Creo que se quien es el culpable...—Susurró.—Estaba caminando por el callejón para ir a mi casa cuando escuche murmullos. Mire por el callejón y vi a...—Trago saliva temeroso.—Vi a Locochon con un tipo extrañó, llevaba una túnica sucia o algo así. Hablaban sobre una clase de plan extraño que involucraba a Aquino.—

La alerta de que su tiempo se acababa se escuchó.

—Tenemos que hablar de esto en persona, búscame mañana en mi escritorio temprano. Te lo suplico es urgente.— Inmediatamente después de eso colgó y no pudo hacer otra cosa más que suspirar con estrés.

Salió de aquella cabina y antes de empezar a caminar encendió uno de sus cigarrillos se bolsillo.

—Y ahora volveré a casa con este horrible clima.— Dijo sintiendo frío.— Se supone que estamos en plena primavera..—

—Muy extraño ¿cierto?— Escucho una voz detrás suyo que lo hizo pegar un brinco.

—¿Locochon? ¿T-tú por aquí?— Sintió su corazón querer salir de su boca.

—Buenas noches... ¿quieres que te acompañe a casa?—

—N-no es necesario.—

—Insisto, me queda de pasada mi localización.—

Su mirada serena lo hizo temblar aún más.

—E-entonces esta b-bien.— Le sonrió nervioso.

Los dos comenzaron a caminar por la misma dirección en completo silencio.

Algo muy malo estaba por pasar, pensaba Soarinng con paranoia.

—Sabes... siempre me caíste bien, Aquino tiene una buena elección de secretarios.—

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