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SAN FRANCISCO -2014-
17:00

Algunos ululares me despertaron: unos pequeños simios se habían reunido arriba de mí

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Algunos ululares me despertaron: unos pequeños simios se habían reunido arriba de mí.






Sonreí al ver a un pequeño simio frente a mi cara. Agarraba mi cabello con curiosidad mientras otro, un diminuto orangután, se aferraba a mi dedo y lo examinaba con una expresión de asombro. Eran tan tiernos que no pude evitar sentir una oleada de ternura.




—Hola bonito.—Acerqué mi dedo al pequeño pero él se alejó un poco causando miedo, pero lo pensó bien y volvió acercarse a mí, le rasque con mi dedo en su mentón en forma de cariño, sus pequeños ojos se entrecerraron.



De repente, Lake apareció en la escena. Al parecer los estaba buscando.


Así que son traviesos, eh? no pude evitar reír ante esa escena.



Me miró con ojos llenos de preocupación, como si temiera que los pequeños simios me hubieran incomodado.


—Hola, Lake —dije con una sonrisa al verla acercarse. —Lo siento —se disculpó, sus ojitos evitaban mi mirada su expresión reflejaba preocupación.



—No te preocupes, Lake. Es bonito tener compañía al despertar. —dije, sonriendo al mirar al pequeño simio acurrucado en mis brazos. Su calor y suavidad me llenaban de ternura, y no pude evitar acariciar su pelaje con cariño.




El pequeño simio me miró lentamente era como un Maurice pequeño. Sus diminutos dedos abrazaban mi dedo.





—¿Puedo ayudarte? —pregunté, desviando mi mirada del pequeño simio para encontrarme con los ojos de Lake. Mi voz era melosa. deseando poder hacer algo y no sentirme como una inútil.





Ella solo me miró pensando que respuesta dar para no hacer enojar a César, a él no le gustaba que yo hiciera cosas porque temía que me lastimara de más pero algo en Lake sabía que yo era capaz de hacerlas así que asintió con suavidad acompañada con una sonrisa, yo no sonreí a tal respuesta.




El pequeño orangután trepó hasta mi cuello y se escondió entre mi cabello, sus diminutas manos rodeando mi cuello en un tierno abrazo. Podía sentir su cálido aliento contra mi piel y sus suaves movimientos me hacían cosquillas, arrancándome una risa.




Lake, con un tono de regaño, emitió un ulular hacia el pequeño orangután, intentando reprenderlo suavemente mientras se acercaba a mí con enojo.




El pequeño simio, asustado por el regaño de Lake, regresó rápidamente a su posición anterior. Se acurrucó entre mis brazos, buscando refugio y consuelo, escondiendo su rostro en mi pecho para evitar la reprimenda. Sentí su cuerpecito temblar ligeramente, lo que me llenó de una profunda ternura.



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