Ella era una joven sobreviviente, testigo de la desolación desatada por el virus creado en el laboratorio GEN-SYS, donde su madre había trabajado incansablemente. Enfrentó el horror de ver a quienes amaba sucumbir ante la enfermedad, pero en medio d...
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Sabía que no podría sobrevivir dos días sin comer ni tomar agua, pues no había señal de nada.
Mis pies dolían y temblaban; ya no podía soportar un día más. Si no me iría con san pedrito sin embargo, escuché voces masculinas a lo lejos. Aunque estaban algo distantes pero finalmente tendría la oportunidad de comer a lo mejor y tenían algo por ahí que podría ayudarme.
Corrí hacia allí, sin importarme el dolor en mis pies. Lo único que deseaba era encontrar a otras personas.
—¿Hola?.—pregunté en un susurro mientras avanzaba con pasos lentos, ansioso por encontrarlos.
Unos hombres emergieron de entre los grandes árboles, aparentemente ocupados cortando leña.
Estaba salvada.
—Hola, perdón es que los escuché y me acerqué, pensé que éra la única que seguía viva.— sonreí mientras los veía
Los 3 hombres se vieron entre sí y me miraron.
—Vienes sola?- preguntó ignorando lo que había dicho, se acercaba lentamente a mí mientras me veía a mis ojos.
—Ah, si, si—hablé, tartamudeando ligeramente. Mi voz traicionaba la mezcla de nerviosismo y alivio que sentía al encontrar finalmente a alguien en medio del bosque.
—Tienes hambre?- preguntó el hombre mientras no apartaba sus ojos de mi su mirada era intensa y un poco molesta para ser sincera.
—Demasiada. —respondí con un poco de timidez
Sé que no era la mejor opción de estar con ellos pero estaba desesperada. No quería morir así y aquí.
—Ven, nosotros te ayudaremos. —murmuró mientras estiraba su mano hacia mi con una sonrisa de oreja a oreja.
Me acerqué lentamente a él mientras tome su mano con suavidad haciendo que este sonría, su brazo pasó al rededor de mis hombros y me acercó a él. Solo lo miré y le di una pequeña sonrisa, era falsa.
Mientras más caminaba mis pies ardían más, pero por fin visualicé su cabaña estaba escondida entre los árboles.
Era pequeña pero muy bien cuidada.
Unos ladridos de perros hicieron que saltara del susto Los hombres se rieron por mi acción.—Relájate, no te harán daño.—aclaró mientras susurraba muy cerca de mi oído.
