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Incidente del Primer Asesinato de la Princesa (7)

Korn Ronezia, la directora de la Academia Reynolds,

fruncía el ceño con profunda perplejidad.

En el momento en que entró en la sala de banquetes, después de haber desactivado la barrera que la rodeaba,

lo primero que percibió fue el olor metálico de la sangre y el repugnante olor a carne quemada.

"¿Qué demonios...?"

"Santo cielo."

"Por los dioses".

Los otros profesores, al darse cuenta de lo mismo, mostraban expresiones de asombro.

¿Qué demonios había ocurrido para que se produjera semejante hedor, que recordaba al de un campo de batalla?

Korn juzgó que la situación era mucho más grave de lo que había previsto en un principio.

El olor a sangre que le llegaba a la nariz no era de una o dos personas.

Era el hedor de al menos diez o más.

"......Maldita sea."

Apretó los puños y dio órdenes a los profesores que estaban detrás de ella.

"Profesor Lucas y profesor Aron, evaluarán la situación conmigo. El resto de ustedes, ayuden a evacuar a los estudiantes. La seguridad de los estudiantes es nuestra máxima prioridad".

"¡Sí, señora!"

Con voces resonantes, los profesores se dispersaron por la sala.

A pesar de la caótica situación, su comportamiento tranquilo y sereno mientras desempeñaban sus funciones era realmente profesional.

Korn echó un vistazo a los profesores que se movían con paso rápido y luego volvió la cabeza.

Su mirada se dirigió hacia la fuente del hedor,

el centro de la sala de banquetes.

"¡Maldita sea...!"

Korn apretó los dientes y pateó el suelo.

Su larga melena pelirroja se agitó mientras cruzaba la sala, convertida ahora en una escena de caos absoluto.

Al momento siguiente,

cuando Korn llegó al centro de la sala de banquetes, se detuvo involuntariamente en seco.

La escena que tenía ante ella era tan horrible que resultaba imposible creer que aquello fuera una academia.

Korn tuvo que frotarse los ojos con incredulidad.

Las mesas blancas estaban manchadas de sangre carmesí.

Trozos de carne, como brazos y piernas, yacían esparcidos por la alfombra.

El hedor a sangre que había estado asaltando su nariz procedía de estos restos.

Korn se quedó momentáneamente sin habla, la escena le recordaba a los campos de batalla que había presenciado en su juventud.

El único resquicio de esperanza era que los cadáveres destrozados no eran los de los estudiantes de la academia.

Todos vestían túnicas negras con el emblema de una mariposa.

"¿Los Buscadores...?"

A pesar de las simples características,

fue suficiente para Korn discernir sus identidades.

Eran las alimañas con las que se había enfrentado incansablemente hasta hacía apenas dos años.

Un Jugador De Kendo Deprimido Posee A Un Aristócrata B*stardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora