Dos semanas habían pasado desde mi caída, y mi tobillo ya estaba bien. El médico me había dicho que podía empezar a hacer vida normal, aunque sin exigirme demasiado. Resultó ser un esguince muy leve, pero esas dos semanas habían sido suficientes para cambiar varias cosas. La más notoria era mi relación con Max. Desde aquella noche en el baño, apenas nos hablábamos. Solo lo hacíamos cuando era realmente necesario, y papá y Liz no parecían notarlo.
Debido a mi esguince, cambié mi modalidad de cursada y ahora lo hacía de forma virtual. Me gustaba la idea, me daba más tiempo en casa y, aunque eso significaba estar más cerca de Max, también me permitía evitarlo.
Esa mañana me desperté con ganas de hacer algo diferente. Decidí hornear unas galletas para llevar a la casa de Ethan como agradecimiento por su ayuda el día de mi caída. Me puse los auriculares y puse una lista de reproducción de Taylor Swift. Estaba tan inmersa en la música y en mis pensamientos que no noté cuando Liz bajó las escaleras. Solo me di cuenta de su presencia cuando la vi a través del reflejo del horno, observándome con una sonrisa.
—¡Buenos días! — dijo alegremente, acercándose a la cocina—. ¿Qué estás haciendo?
—Buenos días —respondí, quitándome un auricular—. Estoy horneando unas galletas. Quiero llevarle algunas a Ethan para agradecerle por su ayuda el otro día.
—¡Qué buena idea! —exclamó Liz, lavándose las manos para unirse a mí—. ¿Puedo ayudarte?
—Claro, me vendría bien una mano —dije, sonriendo mientras le pasaba un plato con masa para que hiciera las bolitas.
Seguimos trabajando juntas en silencio por un momento, solo el sonido de Taylor Swift de fondo llenaba la cocina. La siguiente canción en la lista era "Shake It Off".
—Esta canción siempre me pone de buen humor —comenté, tratando de aligerar el ambiente.
—¡A mí también! —respondió Liz, moviendo los hombros al ritmo de la música—.
Seguimos trabajando juntas, formando y horneando las galletas. Liz hablaba sobre cualquier cosa y todo, desde su último proyecto en el trabajo hasta los planes para el fin de semana. Era agradable tener esa compañía y un poco de normalidad en medio de todo el caos emocional que sentía.
Cuando las galletas estuvieron listas, las dejamos enfriar un poco antes de colocarlas en una caja. El aroma dulce llenaba la cocina, y me sentí satisfecha con el resultado.
—Gracias por ayudarme, Liz —dije sinceramente, guardando la última tanda de galletas.
—No hay de qué, Ava. Me alegra poder compartir este rato contigo. ¿Vas a ir a la casa de Ethan ahora?
—Sí, voy a aprovechar que tengo la mañana libre.. quizás tarde un rato—respondí, cerrando la caja con cuidado—
Liz asintió, observándome con una mirada cálida.
—Bueno, cuídate. Y recuerda que te esperamos para la cena.
—Gracias, Liz. Llegaré, lo prometo.—respondí, sonriéndole mientras me dirigía a la puerta.
🎼
Llegué a la casa de Ethan con la caja de galletas en la mano. Me detuve un momento en la entrada, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Me había pasado la mañana horneando y preparándome para este momento. El timbre sonó y esperé, escuchando el sonido de los pasos que se acercaban desde el interior.La puerta se abrió y me sorprendió ver a Ethan, con una expresión de sorpresa en su rostro.
—¡Ava! —dijo, abriendo la puerta completamente—. No te esperaba, ¿Qué haces aquí?
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Hermanastros: Melodías Prohibidas
RomanceAva, una joven apasionada por la música, se muda a Nueva York con su padre, Rob, quien está comprometido con Liz, una exitosa editora literaria. En la misma casa vive Max, el reservado hijo de Liz, que comparte la misma pasión por la música. Ambos t...