Capitulo 12

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Llegué a casa y subí como pude la escalera de la entrada. La inyección para el dolor que me dio el doctor ya había hecho efecto, pero aún sentía un leve punzón en el tobillo. Al entrar, encontré a papá y a Liz sentados a la mesa, disfrutando del desayuno.

—¿Ava? — dijo papá, visiblemente desconcertado—. ¿Qué te pasó? Creí que aún estabas durmiendo.

Me dejé caer en la silla junto a ellos, sintiendo un alivio momentáneo al estar sentada.

—Tuve la brillante idea de salir a correr como nunca y un adorable perro se cruzó en mi camino, así que tropecé —dije, intentando restarle importancia al asunto.

Liz dejó su taza de café y se levantó, alarmada.

—¡Ay, cariño, qué mala suerte! Deberíamos ir al hospital.

—No, no se preocupen. El dueño del perro fue muy amable y me acompañó a urgencias. Solo es un leve esguince. En cuestión de semanas estaré perfecta. Hielo, reposo y antiinflamatorios, nada más —respondí, logrando que Liz volviera a sentarse, aunque todavía con preocupación en su mirada.

Papá exhaló un suspiro de alivio y me sonrió.

—Qué considerado el muchacho. Me alegra que no sea nada grave, lo que te faltaba, Ava.

—Lo sé —respondí, intentando levantarme de la silla—. Estaré arriba, cualquier cosa solo llámenme.

Me dirigí hacia las escaleras y, con mucho cuidado, comencé a subirlas. Como siempre, el universo parecía estar en mi contra, porque al alzar la mirada, me encontré con Max, quien quedó sorprendido al verme en ese estado.

—¿Qué te pasó? —preguntó mientras pasaba su brazo por mi cintura, colocando el mío alrededor de su cuello para ayudarme a subir.

—Solo es un leve esguince, no hace falta, Max —le dije, aunque él ignoró mis palabras y me ayudó a llegar hasta mi habitación. Una vez allí, me dejó en la silla de mi escritorio y retrocedió hasta el marco de la puerta, cruzando los brazos sobre el pecho.

—¿Cómo ocurrió?

—Bueno, resulta que salí a correr, un perrito se cruzó y para no pisarlo me dejé caer. Ethan me ayudó de inmediato y...

—¿Ethan? ¿Quién es Ethan? —me interrumpió con un tono que no pude identificar del todo.

—El dueño del perro, Blue —respondí, confusa por su reacción.

—Ethan, Blue. Desde cuándo te relacionas con extraños. ¿Acaso fuiste a su casa también? —dijo con sarcasmo.

—De hecho sí, fue muy amable conmigo, me llevó al hospital... No pierdo la fe en la humanidad —contesté con la misma ironía.

—Definitivamente estás loca. ¡Rob! —llamó, y en un instante apareció papá, seguido de Liz.

—¿Está todo bien? —preguntó papá, mirando a Max y luego a mí.

—No. ¿Sabías que Ava fue a la casa de un desconocido? Y también, por lo que tengo entendido, se subió a su coche —dijo Max, visiblemente alterado.

Liz se echó a reír, lo que hizo que papá también sonriera.

—Max, creo que estás exagerando —dijo Liz entre risas.

—Creo que Ava es lo suficientemente adulta para que la controle —añadió papá, con una sonrisa de complicidad.

—Gracias, papá. ¿Ves, Max? No soy una niñita. Puedo cuidarme sola.

Max bufó, rodeando a papá y a Liz para dirigirse a su habitación, cerrando la puerta de un portazo.

—¿Qué le pasó? —preguntó papá, todavía confundido por la reacción de Max.

—Entiéndelo... eres su hermana, se preocupa por ti, Ava, eso es todo —intervino Liz, subrayando la palabra "hermana".

—Lo sé. Bueno... necesito descansar.

Papá me miró con ternura y asintió.

—Sí, lo siento, hija. Llámanos si necesitas algo.

Asentí con una sonrisa, que se desvaneció en cuanto cerraron la puerta. Esta situación con Max me estaba matando. ¿Por qué reaccionó así? ¿Estaba celoso? Y si es así, ¿de qué? No había motivos para estarlo. No podía estarlo.

🎼

Desperté con el sonido del reloj marcando las ocho de la noche. Mi tobillo aún dolía, aunque el reposo había ayudado a aliviar la molestia. Me sentía cansada, a pesar de haber dormido todo el día. Me levanté lentamente y me dirigí al baño, con la esperanza de refrescarme un poco.

Abrí la puerta del baño y me encontré con Max, que estaba inclinado sobre el lavabo, cepillándose los dientes. Me miró a través del espejo, con una mezcla de sorpresa y algo que no pude descifrar del todo.

—Perdón, no sabía que estabas aquí —dije, incómoda, y me giré para salir.

—No, espera, Ava —dijo, retirando el cepillo de dientes y enjuagándose la boca rápidamente—. No te vayas.

Me quedé parada en el umbral, sintiendo el frío de las baldosas bajo mis pies descalzos. Él se volvió hacia mí, sus ojos reflejaban una mezcla de emociones que hizo que mi corazón latiera más rápido.

—Quería disculparme por cómo reaccioné antes —comenzó, cruzando los brazos sobre el pecho como si eso pudiera protegerlo de lo que estaba a punto de decir—. Me preocupé mucho y no lo manejé bien.

Asentí, sin saber qué decir. La cercanía en el baño hacía que el aire se sintiera denso, cargado de cosas no dichas.

—Es solo que... mis sentimientos por ti siguen siendo los mismos, Ava. No han cambiado —continuó, su voz bajó un tono, casi como si estuviera confesando un secreto prohibido—. Pero no volverá a ocurrir. No debería haber reaccionado así.

Mis pensamientos se arremolinaban. Su confesión era un reflejo de lo que yo misma había sentido durante tanto tiempo, pero escuchar esas palabras en voz alta hacía que todo fuera mucho más real y complicado.

—Max... —susurré, dando un paso hacia él sin darme cuenta. Me miró, sus ojos se suavizaron por un momento antes de que su expresión volviera a endurecerse, como si se obligara a mantener una distancia segura.

—Lo digo en serio, Ava. No quiero que te sientas incómoda. Somos una familia y no puedo dejar que estos sentimientos compliquen las cosas.

Sentí un nudo en la garganta y las lágrimas amenazaban con salir. A pesar de sus palabras, había un dolor palpable en su voz, un anhelo que resonaba con el mío.

—Max, yo... —empecé, pero las palabras se me escaparon. ¿Qué podía decir que no empeorara la situación?

Él dio un paso atrás, acercándose a la puerta.

—Descansa, Ava. Cuida tu tobillo. Si necesitas algo, estoy aquí —dijo, con una voz más firme, aunque sus ojos decían lo contrario.

Lo observé mientras se alejaba, sintiendo que se llevaba una parte de mí con él. Cerró la puerta suavemente detrás de sí, dejándome sola en el baño con mis pensamientos y el eco de sus palabras.

Me apoyé en el lavabo, mirando mi reflejo en el espejo. Los sentimientos que había intentado reprimir durante tanto tiempo ahora estaban a flor de piel, desordenados y dolorosos. Sabía que Max tenía razón; nuestras emociones complicaban todo. Sabia que yo le habia pedido que se alejara, pero también sabía que no podía simplemente apagar lo que sentía por él... al igual que él no podía apagar lo que sentía por mí.

El agua fría en mi rostro no ayudó a calmar la tormenta interna. Suspiré, resignada a la batalla que se avecinaba, tanto con mis sentimientos como con la realidad de nuestra situación. Sabía que no sería fácil, pero al menos ahora, las cartas estaban sobre la mesa.

- Ahí esta el capitulo! Tengo tanto por mostrarles que me tiene super emocionada. Les mando un beso enorme  💋

-Agu

Hermanastros: Melodías ProhibidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora