Me dirigí al cuarto de papá y Liz, un lugar que siempre me había parecido ajeno, pero que ahora me atraía por razones completamente diferentes. La habitación estaba decorada con buen gusto, en tonos neutros que reflejaban una calma que yo no sentía. Las paredes eran de un suave color crema, y las cortinas de lino blanco le daban un ambiente sereno al lugar.
Los muebles eran elegantes y minimalistas: una cama con un edredón de algodón blanco, mesitas de noche de madera oscura con lámparas de lectura modernas, y un gran armario empotrado que ocupaba toda una pared. Frente a la cama, había un tocador con un espejo grande y varios cajones. Sobre el tocador, algunos marcos con fotos familiares y unos pocos libros descansaban ordenadamente. Era un espacio diseñado para la tranquilidad, pero yo estaba buscando algo completamente distinto.Abrí el primer cajón papá, sintiendo una mezcla de culpa y determinación. Sabía que el, siendo médico y cirujano, tenía acceso a medicamentos que podrían ayudarme a adormecer el dolor emocional que sentía. Rebusqué entre sus cosas hasta encontrar lo que buscaba. Un tarro de analgésicos, probablemente para dolores posoperatorios. Lo abrí y saqué algunas pastillas, sintiendo la frialdad de las mismas en mis manos.
Luego, continué buscando y encontré un frasco de sedantes. Estos eran potentes, usados para tratar la ansiedad severa. Tomé unas cuantas pastillas más de ese frasco, con la esperanza de que me ayudaran a desconectarme de mis pensamientos. A medida que continuaba, encontré otros frascos: antidepresivos, medicación para dormir..Llené una pequeña bolsa con una mezcla de estas pastillas, sin prestar demasiada atención a las dosis o combinaciones. No estaba pensando con claridad, solo quería algo que me ayudara a escapar de la realidad que me aplastaba. Cerré el cajón y me detuve un momento, mirando alrededor del cuarto. Este lugar, tan lleno de orden y calma, me parecía una burla en comparación con el caos dentro de mí.
Guardé la bolsa con pastillas en el bolsillo de mi chaqueta y salí de la habitación, asegurándome de dejar todo tal como lo había encontrado. No quería levantar sospechas.De vuelta en mi habitación, me senté en la cama y miré la pequeña bolsa de pastillas. Mis manos temblaban ligeramente, y una oleada de emociones me golpeó con fuerza. No podía creer hasta dónde había llegado en mi desesperación. Pero la voz de mi madre resonaba en mi cabeza, sus palabras crueles e insensibles aún estaban frescas en mi mente. No pude evitar pensar en cómo había llegado a este punto, tan perdida y rota.
Tomé un sedante y lo tragué sin agua, esperando que pronto comenzara a hacer efecto. Me tumbé en la cama, mirando al techo, intentando no pensar en nada más. Solo quería que el dolor desapareciera, aunque fuera solo por un rato. Cerré los ojos y dejé que la oscuridad me envolviera, esperando que el sueño me trajera algo de alivio.🎼
Estuve un rato tumbada en la cama, con la mente adormecida. La oscuridad de mi habitación me envolvía, pero mi mente seguía inquieta, incapaz de encontrar la verdadera paz. Miré la hora en mi teléfono: Liz y papá llegarían pronto. No quería que me vieran en este estado, no quería enfrentar sus preguntas o miradas de preocupación.
Me levanté rápidamente, sintiendo el ligero mareo provocado por la pastilla, y saqué la bolsa de pastillas de mi bolsillo. La puse sobre mi escritorio y miré a mi alrededor, buscando algo que pudiera usar para triturarlas. Mis ojos se posaron en un pesado libro. Lo agarré con determinación y comencé a golpear las pastillas con mi puño cerrado, rompiéndolas en pedazos más pequeños. Luego, usando el borde del libro, las trituré hasta que quedaron en un polvo fino y uniforme.
El sonido de los golpes resonaba en la habitación, un ruido sordo que me recordaba lo lejos que había llegado en mi desesperación. Cuando estuve satisfecha con el resultado, recogí un poco del polvo y lo dispuse en una línea sobre el escritorio. Inspiré profundamente, preguntándome si esto realmente me ayudaría a sentirme mejor o solo empeoraría las cosas.
Con una determinación sombría, me incliné sobre la línea y la inhalé rápidamente. El polvo pasó por mis fosas nasales, dejando una sensación ardiente en su camino. Me incorporé, sintiendo una mezcla de alivio y repulsión. Cogí una botella de licor que tenía escondida en mi habitación, la abrí y tomé un largo sorbo, dejando que el alcohol quemara mi garganta y se mezclara con las drogas en mi sistema.
El efecto fue casi inmediato. Una sensación de calma y entumecimiento comenzó a extenderse por mi cuerpo. Me tambaleé ligeramente, sintiendo cómo el mundo se volvía borroso a mi alrededor. Dejé la botella a un lado, me desplomé en la cama y mis músculos se relajaron por completo. Me hundí en la oscuridad, dejando que el sueño me llevara lejos de mi dolor, aunque solo fuera temporalmente.🎼
A la mañana siguiente me desperté con la cabeza latiendo y el cuerpo entumecido. Noviembre traía consigo mañanas frescas y grises, el aire se sentía húmedo y la luz del sol apenas penetraba las nubes espesas. Me levanté de la cama con esfuerzo, sintiendo cada movimiento como una tarea monumental. Me vestí con un suéter grueso color gris, unos jeans oscuros y unas zapatillas cómodas. Después de esconder cuidadosamente las botellas vacías y la bolsa de pastillas en un rincón del armario, bajé las escaleras.En la cocina, Liz estaba preparando el desayuno. Papá estaba sentado en la mesa, revisando su computadora y también el correo que habia llegado esta mañana. Max, estaba sirviéndose una taza de café. El aroma a huevos revueltos con panceta llenaba el aire, haciendo que mi estómago gruñera de hambre. Casi no había comido ayer, y hoy la necesidad de alimentarme era urgente.
—Buenos días —dije, tratando de sonar normal mientras me sentaba a la mesa. Nos saludamos todos de manera habitual. Liz me ofreció un plato con huevos revueltos, panceta y unas tostadas francesas. Acepté con gratitud y comencé a comer rápidamente, casi con desesperación. Moría de hambre.
Liz estaba ocupada hablando sobre las flores del jardín, pero noté que papá no apartaba la vista de una hoja que tenía en sus manos, con una expresión que iba de preocupación a sorpresa. Liz también lo notó y preguntó con tono preocupado:
— Cariño, ¿qué te pasa? Pareces preocupado.
Papá levantó la mirada y sus ojos se posaron directamente en mí. Sentí un escalofrío al ver la intensidad de su mirada.
—Ava —dijo papá con voz firme— ¿Qué es esto? ¿Qué significa esto?
Me pasó un papel que tenía en la mano. Lo tomé con nerviosismo, consciente de las miradas de Liz, Max y papá sobre mí. El papel era una carta. Una carta de la universidad.
...
- Los leo!
-Agu 🙋♀️
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Hermanastros: Melodías Prohibidas
RomantizmAva, una joven apasionada por la música, se muda a Nueva York con su padre, Rob, quien está comprometido con Liz, una exitosa editora literaria. En la misma casa vive Max, el reservado hijo de Liz, que comparte la misma pasión por la música. Ambos t...