Han pasado dos días desde nuestra última discusión, y la atmósfera entre Max y yo se ha vuelto densa y tensa. Cada encuentro, cada mirada, está cargada de una mezcla de deseo contenido y resentimiento. Nos hablamos solo cuando es absolutamente necesario, limitándonos a intercambios breves y formales. En el desayuno, nos sentamos en extremos opuestos de la mesa, evitando cualquier contacto visual prolongado. Liz y papá no parecen haber notado el cambio, sumidos en sus propios asuntos. Pero para mí, la distancia entre Max y yo es palpable, como una barrera. Cuando cruzamos miradas por accidente, apartamos los ojos rápidamente, como si el simple acto de vernos pudiera desatar todo lo que intentamos reprimir. Los momentos en que estamos a solas en casa son incómodos, con silencios largos y pesados. Max se queda en su habitación la mayor parte del tiempo, y yo en la mía, tratando de distraerme con mis pendientes en la universidad, tocando la guitarra o hablando con Mila y Jake.
A veces, cuando paso frente a su puerta, siento una punzada en el pecho, recordando lo cerca que estuvimos. Me sorprendo deseando que las cosas pudieran ser diferentes, pero al mismo tiempo, me esfuerzo por recordar por qué tomé la decisión de alejarnos.🎼
Estaba sentada en mi cama, rodeada de libros y papeles, tratando de concentrarme en la composición que no avanzaba. De repente, escuché un golpe suave en la puerta antes de que se abriera lentamente.
—¿Ava? — dijo papá, asomando la cabeza—¿Puedo pasar?
—Claro, papá —respondí.
Entró y cerró la puerta detrás de él. Se sentó en el borde de la cama, observando el desorden de mis apuntes y el rostro cansado que seguramente mostraba.
—¿Qué pasa, hija? Pareces preocupada.
Suspiré, incapaz de mantener la fachada. Papá siempre tenía una manera de saber cuándo algo andaba mal.
—Es... un poco complicado, papá — dije, tratando de encontrar las palabras adecuadas sin revelar demasiado—. La universidad me está resultando difícil últimamente. Estoy trabada con un proyecto de composición desde hace semanas y no sé cómo avanzar.
Papá asintió, su expresión se suavizó con comprensión.
—Eso suena frustrante. A veces, cuando estamos bloqueados, necesitamos tomar un descanso y volver con una nueva perspectiva.
—Lo sé —respondí, sintiendo una lágrima amenazando con escapar— pero es más que eso. Siento que estoy... perdida, de alguna manera. Como si nada estuviera saliendo bien últimamente.
Él se inclinó y me rodeó con un brazo, brindándome el consuelo que solo un padre puede dar.
—Ava, todos pasamos por momentos difíciles. Lo importante es recordar que no estás sola. Tienes a tu familia, a tus amigos. Y aunque no siempre podamos solucionar todo, siempre estamos aquí para apoyarte.
—Gracias, papá. Eso significa mucho para mí —dije, permitiendo que una lágrima solitaria rodara por mi mejilla—. Solo... necesito encontrar una manera de salir de esta rutina.
—Y lo harás —dijo con confianza—. Eres fuerte y talentosa, Ava. No olvides eso. Tómate tu tiempo, respira y recuerda por qué comenzaste a estudiar música en primer lugar. A veces, volver a las raíces puede ayudarnos a encontrar nuestro camino de nuevo.
Asentí, sintiéndome un poco más ligera después de nuestra conversación. Papá siempre sabía cómo decir las palabras correctas, cómo hacerme sentir que podía superar cualquier obstáculo.
—Voy a intentarlo, papá. Gracias por estar aquí.
Él me dio un último apretón y se levantó.
—Siempre, hija. Siempre estaré aquí para ti.
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Hermanastros: Melodías Prohibidas
RomanceAva, una joven apasionada por la música, se muda a Nueva York con su padre, Rob, quien está comprometido con Liz, una exitosa editora literaria. En la misma casa vive Max, el reservado hijo de Liz, que comparte la misma pasión por la música. Ambos t...