Me encantaría decir que me daba igual el mensaje, pero definitivamente estaría mintiendo. Me levanté de un impulso y miré a Vera.— ¿Estás bien, Ava? —me preguntó Vera.
— No. Algo debe haberme caído mal, siento que voy a vomitar. Lo siento chicos. Vera, nos vemos el lunes en clase —dije mientras subía las escaleras.
— Espera, te llevo —una voz masculina muy familiar la interrumpió.
— Deja, Vera. Yo la llevo, voy para el mismo lado —y ahí estaba Max.
— ¿Cómo sabes dónde vive? —dijo Serene desconcertada.
— Es mi amiga —respondió Max, aunque sabía que había más detrás de esas palabras.
— No hace falta, adiós —le dediqué una sonrisa a Vera, Ryan, sus amigas y me fui.
Estaba afuera esperando a que un maldito coche de aplicación me aceptara el viaje. Parece que el mundo me odiaba, porque ninguno me aceptaba.
— Eiva —dijo esa voz que causaba tantas cosas en mí.
— Max, no estoy para hablar contigo. Y por favor deja de llamarme así. Mi nombre es Ava, no Eiva —dije frustrada, cruzándome de brazos y desviando la mirada.
— Quieres que me aleje, te molesta que te hable. ¿Qué es lo que te pasa? Todo parecía bien la otra noche —dijo confundido. Y lo entiendo. Él no tenía idea de qué me pasaba.
— Mira, Max. No quiero ser grosera contigo — pasé mis manos por toda mi cara.
— ¿Puedes al menos darme una explicación? — Sí, la merecía.
— Eiva. Así me llama mi madre. Y realmente no quiero que cada vez que me llames así, se me venga la imagen de ella a la cabeza —comencé a decir y mis ojos de repente se cubrieron de lágrimas— Mi madre se fue cuando yo era pequeña, y aunque siempre quise ser suficiente para ella, nunca lo fui. Nunca lo seré.
— No entiendo. ¿No dijiste que tenías buena relación con ella?
Sí. La tenía. Pero qué tenía de lindo saber que tu propia madre decidió irse y no verla nunca, a no ser que papá me comprara un pasaje hasta quién sabe dónde. Era algo que me dolía, siempre me pregunté por qué. ¿Por qué se fue? Sí. Fue a cumplir un sueño. Y me alegro de que lo esté haciendo. Pero, ¿dónde quedaba yo? Soy su hija. La necesité tantas veces. Pero nunca estuvo. Siempre me pregunté qué tenía de malo yo. Intenté ser la mejor en todo para que esté orgullosa de mí. Pero nunca fue suficiente. No era suficiente ser la mejor de mi clase, ser la mejor en la música, ser.. no lo sé... ser yo. No era suficiente para ella. Nunca lo sería.
— Es complicado —me limité a decir.
— De acuerdo, no tienes que decírmelo. Pero ¿Qué hay de nosotros? —preguntó Max, sus palabras eran suaves, pero su mirada estaba cargada de una intensidad que me hacía sentir un nudo en el estómago.
Un calor subió por mi pecho. Un enojo que no me esperaba.
— No hay un nosotros. Nunca hubo un nosotros. Somos hermanos.
— Ya por favor. Sabes que no somos hermanos —me interrumpió.
— Basta, Max. No quiero arruinar esto. No quiero que por un capricho todo se acabe. Con Liz, estoy sintiendo algo que con mi madre nunca pude y no quiero arruinarlo —las lágrimas recorrían lentamente mis mejillas.
— No tienes que hacer esto, Ava —dio un paso hacia mí.
— Sí, tengo que hacerlo —me alejé y, por fin, llegó el auto de aplicación que ni registré que me había aceptado hace rato. Me subí sin mirar atrás. Era lo correcto.
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Hermanastros: Melodías Prohibidas
Roman d'amourAva, una joven apasionada por la música, se muda a Nueva York con su padre, Rob, quien está comprometido con Liz, una exitosa editora literaria. En la misma casa vive Max, el reservado hijo de Liz, que comparte la misma pasión por la música. Ambos t...