Me desperté esta mañana con los primeros rayos del sol entrando por la ventana. Me estiré lentamente, sintiendo los músculos relajarse después de una noche de sueño agitado. Me levanté de la cama, me puse mis pantuflas y me dirigí al baño para comenzar mi rutina matutina. El agua fría en mi rostro me ayudó a despejar la mente, preparándome para enfrentar el día.
Después de vestirme con un suéter blanco y mis jeans favoritos, bajé las escaleras en silencio, intentando no despertar a nadie. La casa estaba tranquila, con solo los ruidos suaves de los electrodomésticos en funcionamiento. Me dirigí a la cocina y preparé una taza de café. El aroma del café recién hecho llenó el aire, brindándome una sensación de calma. Mientras me sentaba en la mesa de la cocina, mi mente vagaba hacia la universidad. Seguía trabada con la composición, y la frustración comenzaba a acumularse. No era fácil encontrar la inspiración, especialmente cuando mi mente estaba ocupada con tantos otros pensamientos. Decidí que hoy sería el día para hacer algún progreso, aunque solo fuera un pequeño paso.
Terminé mi café y recogí mis cosas. Subí las escaleras de nuevo y me dirigí a mi habitación, donde mi laptop y mi libreta de apuntes me esperaban. Me senté en mi escritorio lista para enfrentarme al proyecto una vez más. Los minutos se convirtieron en horas mientras intentaba encontrar las palabras y las notas adecuadas. Cada vez que me sentía atascada, tomaba un respiro profundo y me recordaba a mí misma que no tenía que ser perfecto, solo tenía que ser un poco mejor que ayer.
A media mañana, escuché voces provenientes del piso de abajo. Curiosa, me levanté y fui a investigar. Encontré a Liz en la sala, hablando animadamente por teléfono. Me hizo un gesto de saludo y continué mi camino hacia la cocina para tomar un poco de agua. La frescura del agua me despejó la mente, y volví a subir las escaleras con renovada determinación.
El resto del día transcurrió en una mezcla de estudio y pequeños descansos. En uno de esos descansos, decidí salir al jardín. El aire fresco y el sonido de los pájaros me ayudaron a despejar la mente. Me senté en el banco de madera y cerré los ojos, permitiéndome unos momentos de paz.
Mientras estaba allí, pensé en todo lo que había pasado últimamente. La relación con Max, las complicaciones familiares, y la universidad. Era mucho para manejar, y a veces me sentía abrumada. Pero sabía que tenía que seguir adelante. Tenía que encontrar una manera de equilibrar todo y mantenerme enfocada en mis objetivos.En medio del silencio, de repente mi teléfono vibró en mi bolsillo. Era un mensaje de Ethan.
Ethan: Hola, Ava. ¿Cómo estás? Espero que no te moleste que te escriba.
Sonreí al ver su mensaje.
Ava: Hola, Ethan. No, para nada. Estoy bien, solo disfrutando un poco de aire fresco. ¿Y tú?
Ethan: Estoy bien, gracias. Oye, estaba pensando... ¿te gustaría venir a cenar a mi casa esta noche?
La invitación me tomó por sorpresa, pero también me sentí aliviada de tener una excusa para salir y despejarme un poco más.
Ava: Me encantaría. Gracias por invitarme. ¿A qué hora?
Ethan: ¿Te parece bien a las ocho?
Ava: Perfecto, allí estaré.
Cerré el mensaje y me levanté del banco, sintiéndome un poco más animada. Entré a la casa y subí a mi habitación para prepararme. Elegí un conjunto cómodo pero lindo, unos jeans oscuros y una blusa ligera. Me miré en el espejo, ajusté mi cabello en una cola, dejando dos mechones adelante y sonreí. Esta noche sería una oportunidad para relajarme y disfrutar de una buena compañía.
🎼
Llegué a la casa de Ethan un poco antes de las ocho. Me recibió en la puerta con una sonrisa cálida y Blue me saludó con entusiasmo, moviendo la cola sin parar.
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Hermanastros: Melodías Prohibidas
RomanceAva, una joven apasionada por la música, se muda a Nueva York con su padre, Rob, quien está comprometido con Liz, una exitosa editora literaria. En la misma casa vive Max, el reservado hijo de Liz, que comparte la misma pasión por la música. Ambos t...