Mientras estábamos en medio de la cena, decidí retirarme un momento para ir al baño. Me levanté de la mesa y me disculpé con la excusa de que necesitaba refrescarme. Caminé hacia el baño, intentando despejar mi mente de los pensamientos conflictivos que me invadían.
Al llegar al baño y cerrar la puerta detrás de mí, Liz detuvo la puerta y también entró.
— No me viste que venia detrás tuyo — dijo retocandose el maquillaje.
— No, lo siento. Estaba metida en mis pensamientos— dije mirándola por el espejo.
—Te entiendo completamente. Estas cenas pueden ser un poco agotadoras a veces. Yo tambien he estado pensando en algo.— La miré con curiosidad, preguntándome a dónde iba esto.
—Esa amiga de Max, Serene, ¿la conoces bien?— preguntó Liz, su tono era casual pero sus ojos curiosos.
Tragué saliva, tratando de disimular mi incomodidad. —Bueno, además de hoy, solo hemos coincidido una vez— Ella asintió, continuando con su retoque.
—Es solo que me parece una chica muy agradable. Y además, muy bonita. Creo que haría una linda pareja con Max—
—Sí, parece ser muy simpática.— Traté de mantener mi expresión neutral, aunque por dentro mi disgusto crecía.
Liz me miró con una sonrisa. —Me alegra que estemos de acuerdo. Se que es mi hijo y no debería meterme, pero quizás tu podrías hablarlo con el. Un consejo de hermana a hermano.
— Sí, claro..— Asentí con la cabeza, forzando una sonrisa.
El sonido de la puerta nos interrumpió, y otra mujer entró, rompiendo momentáneamente nuestra conversación. Liz me lanzó una última sonrisa antes de salir. Yo me quedé parada frente al espejo, tratando de calmar mi respiración y controlar las emociones que amenazaban con desbordarse. Por más que intentara disimularlo, la idea de Max con Serene me llenaba de una mezcla de incomodidad y celos que no podía ignorar.
🎼
El camino de regreso a casa fue un viaje lleno de emociones encontradas. Mientras el coche se alejaba lentamente del bullicio de la ciudad, me encontré mirando por la ventana, observando el paisaje urbano de Nueva York mientras se desvanecía ante mis ojos.
A medida que nos alejábamos del centro de la ciudad, cambiaba gradualmente. Los rascacielos daban paso a edificios más bajos y pintorescos, con luces de neón parpadeantes que anunciaban tiendas y restaurantes locales.
A medida que avanzábamos me encontré sumida en mis pensamientos, reflexionando sobre la cena y las tensiones que habían surgido entre Max y yo. A pesar de mis esfuerzos por mantener la compostura, no podía dejar de pensar en Serene y en la posibilidad de que estuviera involucrada con Max.Finalmente llegamos a casa, estaba exhausta. Subí las escaleras arrastrando los pies, sintiendo el peso de la noche sobre mis hombros. Entré a mi habitación y cerré la puerta con suavidad, dejando que el silencio la envolviera. Me cambié rápidamente y me metí bajo las sábanas, buscando refugio en la oscuridad reconfortante de la noche. Cerré los ojos con fuerza, tratando de ahuyentar los pensamientos turbulentos que giraban en mi cabeza. Pero por más que intentara ignorarlos, seguían acechándome, recordándome los desafíos que enfrentaba y las decisiones difíciles que tendría que tomar.
El tiempo pasó lentamente, marcado por el suave tic-tac del reloj en mi mesita de noche. Intenté relajarme, concentrándome en mi respiración, pero el sueño parecía esquivarme. Fue entonces, en medio de la madrugada, cuando un sonido suave y melódico rompió el silencio. Al principio, apenas era un susurro en el aire, pero poco a poco se fue haciendo más fuerte y claro: el sonido de un piano.
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Hermanastros: Melodías Prohibidas
RomansAva, una joven apasionada por la música, se muda a Nueva York con su padre, Rob, quien está comprometido con Liz, una exitosa editora literaria. En la misma casa vive Max, el reservado hijo de Liz, que comparte la misma pasión por la música. Ambos t...