El salón de París comenzaba a llenarse de espectadores. Julieta ingresó acompañada de su tía Miriam, iban tomadas del brazo y hablaban de cuanto atuendo veían entre risas y suspiros. Por Dios, qué bien le sentaba París. La menor de las señoritas Valiente estaba ansiosa de ver cada una de las obras en exposición, particularmente las de Édouard Manet. Había escuchado que se trataba de algo verdaderamente escandaloso (según la tía Miriam, por supuesto).
Julieta caminaba con paso ligero y mirada curiosa. Las paredes estaban colmadas de cuadros y no quería perderse de nada. En cambio, la tía Miriam (una mujer mucho mayor) prefería avanzar sin prisas. Ella estaba más interesada en mantener conversaciones banales con sus conocidos que, para el gusto de Julieta, eran demasiados. La muchacha intentó desligarse del brazo de su tía en varias ocasiones pero no lo logró hasta que la anciana mujer quiso sentarse.
─Ve, Julieta, me sentaré aquí a descansar. Te alcanzaré en un momento.
─Tranquila, tía, quédese aquí todo el tiempo que haga falta. No me voy a perder ─dijo Julieta al tiempo que se marchaba dando zancadas y le dedicaba una última sonrisa a la mujer.
La obra que encontró a continuación le robó el aliento. Se trataba de Olympia de Manet. La mujer desnuda que le devolvía la mirada tenía una expresión desafiante y seductora. Acababa de comprender por qué a su tía no le gustaba, transgredía las convenciones de la época. Con la boca entreabierta, descubrió al gato negro de la esquina con aquella expresión tan graciosa. Sonrió abiertamente sin reparar en que otras personas también intentaban apreciar la obra, aunque con mucho menos entusiasmo.
─¿Julieta?
La voz masculina surgió a espaldas de Julieta. La muchacha volteó y abrió enteramente los ojos al ver a Manuel. Él la observaba con una amplia sonrisa en el rostro.
─Señor Manuel, pero qué agradable sorpresa ─dijo Julieta mientras le dedicaba una leve reverencia, aunque algo confundida─ ¿Qué hace aquí?
─Bueno, intento apreciar la obra, pero una joven la ha acaparado por completo ─bromeó él.
Julieta se ruborizó de la vergüenza pero ni así dejó de sonreír.
─Lo lamento. Es que me quedé fascinada al ver a esa mujer.
─¿Qué es lo que más le gusta? ─Manuel mostraba verdadero interés en la conversación.
─Mmm... La mirada, definitivamente la mirada.
─Ya veo. No la voy a engañar, a mí esa mirada me produce escalofríos.
─¿Por qué? ─Julieta volvió a mirar la obra, como si se estuviera perdiendo de algo.
─Creo que una mujer con una mirada así es de temer.
─¿Teme a las mujeres con poder, señor Manuel?
─No diría eso. Creo que la palabra correcta es respeto: una mujer que mire de esa forma es digna de respeto.
─Ojalá más mujeres se atrevieran a mirar de esa forma.
─Seguramente el mundo sería un lugar más justo, señorita Julieta.
─No sea condescendiente, señor Manuel. Las mujeres pueden ser terriblemente desdeñosas.
─¿Lo dice por experiencia propia? ─preguntó el joven en tono irónico.
─Claro que no, pero creo que usted tiene a las mujeres en muy alta estima.
Manuel se quedó pensativo unos momentos mientras observaba el cuadro una vez más.
─¿Qué me dice de la otra mujer, la de color? ─preguntó al fin.

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Valiente
Romance(Romance histórico) En el año 1865, Santiago Valiente, un chico trans, debe luchar para encontrar su lugar en un mundo que no lo comprende. Todo cambia cuando Santiago conoce a Manuel, un joven que lo ayudará a aceptar su identidad y amarse a sí mis...