París, 25 de Noviembre de 1865
Queridos hermanos,
El invierno se acerca peligrosamente a París y ya saben lo mucho que odio el frío. En estos momentos desearía estar allí con ustedes y sentir la tibieza del sol de campo por la tarde. En cambio aquí, lo único que se ve desde mi ventana mientras escribo esta carta es la lluvia. ¡Cómo puede ser que llueva tanto!
Por suerte, la tía Miriam tiene muchos conocidos y la casa jamás está en silencio. Esta semana recibimos a una tal señora Ferniot que trajo consigo dos perros: un bulldog y un caniche. Fue de lo más hilarante. Tendrían que haber visto la cara de la tía cuando el bulldog se subió a su amado diván y dejó saliva por todos lados. Nuestra tía consideró tirarlo a la basura con perro y todo. El caniche solo dejaba de ladrar si la señora F le daba de sus sándwiches, e incluso podría jurar haberla visto darle té a cucharadas. En fin, la tía prometió no volver a permitir que ningún animal entrara en su casa (ni sus mascotas).
La verdad es que no la paso tan mal como expresé en mis primeras líneas pero, como saben, hablar del clima puede ser una buena introducción para una carta. Por alguna razón, la gente siempre quiere saber cómo será el clima en París.
La visita más recurrente es la del señor Manuel, siempre acompañado por su fiel amigo el señor Viktor Laurent (ya saben, el caballero del que les hablé hace unas semanas). Creo que es oportuno contarles la verdadera seriedad del asunto. No se asusten. Lo que quiero decir es que creo (estoy muy segura) que está cortejándome. Ayer mismo llegó con un ramo de flores para mí con la excusa de que un vendedor ambulante lo había presionado para comprarlas y que la única persona que creyó valoraría el gesto sería yo. Hablaba con un leve tartamudeo y noté que Manuel le daba unos empujoncitos antes de contármelo. Es un hombre en principio muy tímido pero, cuando se siente en confianza, es un gran conversador. Creo que les caería bien. A mí me cae bien... es decir, me agrada (mucho).
Su familia nos invitó a pasar las Fiestas en Saint-Denis y la tía Miriam estuvo encantada de aceptar la invitación. De modo que partiremos hacia allí en cuanto acabe de llover, probablemente dentro de dos días. Si bien la distancia no es muy larga desde París, no queremos que el frío o la nieve nos impidan llegar, así que viajaremos con tiempo. Les enviaré una carta con la ubicación de mi nueva residencia en cuanto llegue. Una vez nos instalemos en Saint-Denis, nos quedaremos hasta que finalice el invierno. Espero regresar con ustedes a mediados de marzo. Los extraño mucho. Desearía que estuvieran conmigo.
Con amor,
Julieta
P.D.: Manuel viajará a Saint-Denis con nosotros.
Saint-Denis, 3 de Enero de 1866
Queridos hermanos,
¡Feliz Navidad y Año Nuevo! Perdón por no haber escrito antes, pero ya saben cómo son estas celebraciones. Apenas si he tenido tiempo de sentarme a escribir. Espero que la fiesta en casa de los Pedernera haya sido agradable. Sé que a Santiago no le gusta cuando el señor Rodolfo bebe de más y comienza a despotricar contra el estado de cosas.
¿Recibieron mis regalos? Fue difícil encontrar algo que pudiera gustarle a María, ojalá esos pendientes hayan sido suficiente (los escogió la tía Miriam, por supuesto). ¿A que no adivinan quién decidió enviarles los libros? Les doy una pista: su nombre empieza con M.
Los padres de Viktor son encantadores, realmente me han tratado como a una hija (aunque no entienda realmente cómo es eso) Ya saben...
Hoy el día está particularmente agradable así que me prometieron que iremos a dar un paseo. Me llevarán a caminar a orillas del Canal de Saint-Denis ¿Sabían que está conectado al Sena? Es precioso. Luego les enviaré una carta con los detalles. Los extraño...
Con amor,
Julieta.
Saint-Denis, 15 de Enero de 1866
Queridos hermanos,
Perdón la desprolijidad de mi caligrafía, escribo esta carta con la mayor de mis emociones. Las manos me tiemblan y la pluma no hace más que salpicar el papel. Probablemente, una cosa tenga que ver con la otra.
Estoy inmensamente feliz y conmovida. Esta misma mañana, durante el desayuno, el señor Viktor estaba de lo más ansioso, movía su pierna tan frenéticamente que hacía tintinear las cucharas de la mesa. Pidió a la servidumbre que preparasen cantidad de platillos deliciosos y Manuel tocaba música en el piano de la sala. Luego Viktor sacó un papel de su bolsillo, estaba todo arrugado. Lo estiró y leyó un poema que había escrito especialmente para mí. Como se imaginarán, en ese momento yo ya estaba que se me saltaban las lágrimas.
Entonces se acercó, se arrodilló y me tomó de las manos. Juro por Dios que todo a mi alrededor daba vueltas. Observaba la escena como si mi mente estuviera totalmente fuera de mi cuerpo. Me declaró su amor, profundo e intenso, y me pidió que aceptara ser su esposa. Cuando pude recuperar el aliento, por supuesto, le dije que sí...
La tía Miriam ya comenzó a planear la cena de compromiso para dentro de unas semanas. Sé que no estás aquí, Santiago, para que Viktor te pida a ti mi mano, pero espero que no te moleste demasiado. Si me amas, lo dejarás pasar (solo por esta vez, lo prometo). Los extraño a ambos hoy más que nunca.
Con amor,
Julieta.
Santiago dejó la última carta junto con todas las demás, sobre el escritorio. Miró a María mientras bebía lentamente un trago de su brandi. Ella estaba sentada en un banco junto a la ventana. Habían explorado el contenido de esos sobres incontables veces ese día (tiempo después de la última fecha) como si quisieran comprobar, de alguna forma, que nada de todo aquello era mentira.
Luego de unos minutos de espantoso silencio, Santiago se llevó un una mano al rostro. María lo miró sin mover músculo alguno. Él, con el rostro cubierto, apoyó los codos sobre las rodillas abiertas. Hizo un sonido con la boca de lo más extraño, era gutural. Temblaba frenéticamente. María se acercó, se arrodilló y puso una de sus manos sobre la espalda de él y la otra sobre una de sus piernas. No estaba segura de lo que su hermano estaba sintiendo.
─¿Santiago? ─preguntó angustiada.
Santiago se sacudió levemente y se irguió. Todavía tenía la mano sobre sus ojos. María notó que tenía las mejillas humedecidas y la punta de la nariz roja. En cambio, en su boca había una carcajada ahogada. Santiago reía y lloraba al mismo tiempo. La expresión parecía más bien una contractura, como si no fuera capaz de controlarlo.
─Santiago, por Dios, ¿Qué tienes?
Él se descubrió el rostro por fin y respiró profundamente. Llevó la cabeza hacia atrás, como si quisiera expandir cada centímetro de su ser.
─¿Ves eso, María?
─¿Qué cosa?
─El aire entrando en mis pulmones.
─No te entiendo.
─No, supongo que no.
Alivio. Eso era lo que Santiago sentía. Había estado toda su vida dando bocanadas de ahogado y, por primera vez, sintió que había llegado a tierra firme.
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Valiente
Romance(Romance histórico) En el año 1865, Santiago Valiente, un chico trans, debe luchar para encontrar su lugar en un mundo que no lo comprende. Todo cambia cuando Santiago conoce a Manuel, un joven que lo ayudará a aceptar su identidad y amarse a sí mis...