Al día siguiente, Santiago ordenó a la servidumbre que no se los despertara. Pasado el mediodía, María llamó a su puerta. Santiago la recibió en sus habitaciones, todavía llevaba el camisón de lino blanco.
Su hermana, en cambio, lucía un vestido de día domingo color gris. La muchacha se acercó a la ventana y se sentó en una pequeña silla de terciopelo verde. La madera lucía unas hermosas molduras curvas. Ella recorría nerviosa las formas con la mano.
Santiago comenzó a vestirse. Arrojó el camisón sobre la cama. Quedaron al descubierto sus pechos menudos, enrojecidos allí donde presionaba la faja que los ocultaba bajo las camisas de varón. Tenía los músculos de los brazos marcados, los hombros anchos y el abdomen plano. Era fruto de un arduo trabajo en las tierras de sus arrendatarios. Dedicaba gran parte de su tiempo a cargar objetos pesados, empujar arados y reparar corrales. Trabajo que María y Tomás, el mayordomo, siempre catalogaron de impropio para alguien de su posición. Entonces, se colocó los calzones y unos pantalones negros, la faja, la camisa y la levita con un saco también negro.
María sentía un incómodo escalofrío en el estómago cada vez que veía el cuerpo desnudo de su hermane. Era como una extraña quimera, una especie de híbrido bicéfalo: dos personas para un solo cuerpo. Aunque ¿Quedará algo de Irene bajo esa piel? ¿Logrará sobrevivir algo de ella luego de tantos años? ¿Qué le pasaría si Santiago desapareciera?
─¿Necesitas algo o solo viniste a observar al monstruo?
María salió de su ensimismamiento y dijo con tono de reproche:
─Cállate, no me digas crueldades: no eres un monstruo.
Santiago se sentó para ponerse los zapatos mientras reía, pero se rehusaba a mirar a su hermana directamente a los ojos.
─¿Qué pasó anoche? ─preguntó María.
Santiago recordó brevemente el sabor agridulce de las uvas, o era el de los labios de Manuel, no lo sabía con exactitud. También recordó a Antonio junto a la señorita Carmela y el estómago se le volvió del revés.
─No sé por dónde comenzar. ¿Qué te dijo Julieta?
─No demasiado, pero parece que Antonio intentó besarla o tocarla o llevarla a algún lugar inapropiado... sabes cómo es eso ─a María se le encendieron las mejillas ─, él esperaba que, después de cuatro años de cortejo, Julieta se entregaría. Ella no te lo habría presentado si no pensara que su relación llegaría más lejos. Pero, por supuesto, se negó. Antonio se lo reprochó y la dejó sola en medio de la pista de baile. Debe haber sido humillante. Pobrecita...
─Ya veo ─Santiago levantó la mirada para dirigirse a María y para que ella supiera que no mentía ─, antes de entrar al salón, vi cómo Antonio besaba a la señorita Carmela muy acaloradamente. Ella estaba levantando su falda. Iban a hacerlo junto a uno de los pilares de la galería.
─Ese maldito, qué asco... ─María abrió grande los ojos, colocó una mano sobre su abdomen y la otra frente a su boca, como si quisiera controlar las náuseas.
─Si llega a presentarse aquí, te juro que lo golpearé ─Santiago hablaba con la mandíbula tensa.
─Eso no le servirá de nada a Julieta, solo empeorarás todo.
─¿Entonces qué propones? Si no hacemos algo tendrá que soportar las habladurías de las jóvenes y el desprecio de los caballeros. La volverán loca ─Santiago se había puesto de pie y caminaba de un lado a otro como una fiera.
─Cálmate ─María sacó del bolsillo un papel doblado por la mitad. Era de un color sepia y estaba escrito con una caligrafía muy bonita ─hace unos días me llegó esta carta ─extendió la mano para que su hermano la recibiera.
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Valiente
Romance(Romance histórico) En el año 1865, Santiago Valiente, un chico trans, debe luchar para encontrar su lugar en un mundo que no lo comprende. Todo cambia cuando Santiago conoce a Manuel, un joven que lo ayudará a aceptar su identidad y amarse a sí mis...