La sonata surgía de la planta baja. Era dulce y melancólica. Santiago despertó mientras la escuchaba, como si se tratara de la banda sonora de un sueño. Pero entonces lo entendió: María no sabía tocar el piano y Julieta (su segunda hermana) tampoco. El instrumento se encontraba a modo de decoración en la biblioteca y nadie lo había tocado jamás. Un descontento lo inundó, no le agradaba aquello. No le gustaba que husmearan en su mansión ni que tocaran sus objetos.
Así que se levantó de la cama y se vistió rápidamente. Se colocó la faja en el pecho y una camisa blanca, la levita y el chaleco. Las prendas ayudaban a entallar su figura. Le daban un aspecto varonil, con la cintura estrecha y la espalda amplia. Se colocó los pantalones azules que iban a juego con el chaleco y, para finalizar, se calzó los zapatos de hebilla plateada.
Bajó las escaleras tan rápido que tropezó en unos de los escalones. Había sido una suerte que no se encontrara con la servidumbre por el camino. Cuando llegó a la biblioteca intentó recuperar la calma. Se alisó la ropa y acomodó los mechones de cabello castaño que habían caído sobre sus ojos grises.
Entonces tomó el pomo de la puerta y la abrió. Del otro lado encontró a sus dos hermanas casi encima del piano mientras un hombre lo tocaba. Se trataba de Manuel Álzaga, aquel sujeto al que había ayudado con su carreta y al que su hermana había prometido estancia. Santiago ingresó en silencio y se ocultó detrás de uno de los pilares de mármol. Nadie notó su presencia.
Manuel tocaba con gran talento. Las manos iban de un lado a otro mientras apretaban las teclas con precisión. Mantuvo la vista fija en la partitura hasta que falló en una nota aguda. El sonido chirriante arruinó la presentación.
—Lo lamento, señoritas. La verdad es que hace meses que no practico. Estoy un poco oxidado.
—Eso estuvo excelente, buscaremos quien afine el piano para que puedas tocarlo todos los días —Julieta era una entusiasta del arte —podríamos tocar algo juntos, a mí me encanta cantar.
—Aunque no lo creas, es bastante buena —María no había desarrollado nunca el talento ni el gusto por las artes. Su pasión estaba ligada al estudio de la medicina, aunque su condición no le permitía ejercerla.
—Hermano, dile que toque algo más —Julieta fue la primera en percatarse del intruso y lo anunció a viva voz.
Manuel se levantó tan rápido que tiró la silla hacia atrás —señor, lo lamento, no lo había visto —se detuvo un momento para levantarla. Luego quiso estrecharle la mano a Santiago pero cuando se encontró con su mirada pétrea abrió grande los ojos —¿Es Santiago Valiente?
—¿Ya se habían conocido? —María se acercó a su hermano con ojos acusadores y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Ayudé a reparar su carreta —Santiago tomó la mano de Manuel y la estrechó con poco entusiasmo —espero que la estancia haya sido de su agrado.
—Ha sido muy amable, le agradezco.
—No me gustaría que su tío se preocupara por usted. Quizá deba salir ahora si quiere llegar a la mansión de Cabrera antes del anochecer.
—¡Santiago! —Julieta tensó los brazos a ambos lados del cuerpo y se retiró como si estuviera pisando un enjambre de cucarachas.
—Tiene razón, estoy abusando de su hospitalidad. Me iré de inmediato. Señorita María. Señor Santiago —Manuel le dedicó una reverencia a cada uno y salió de la biblioteca.
—¿Se puede saber cuál es tu problema? —María mantenía los brazos cruzados sobre el pecho y miraba a su hermano con las cejas entornadas.
—Dijo que yo le parecía apático, así que no quise decepcionarlo.
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Valiente
Romance(Romance histórico) En el año 1865, Santiago Valiente, un chico trans, debe luchar para encontrar su lugar en un mundo que no lo comprende. Todo cambia cuando Santiago conoce a Manuel, un joven que lo ayudará a aceptar su identidad y amarse a sí mis...