Capítulo 8

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Veo como Zarina da varias vueltas por la casa. La veo pasar de monitor a monitor, cuadro a cuadro, habitación por habitación. ¿No se harta de marearme de esta manera?

Lleva días deambulando por el lugar, pero hoy por fin se acaba todo.

<<Vamos, cabrón. Admite que te has encariñado con su presencia.>>

¡Maldita sea! Aquí vamos de nuevo. Aunque no voy a negar que se ve linda cada vez que camina, cuando se sienta en algún rincón y lee durante horas hasta que devora todos los libros que le dejo por la casa. Sin olvidar esa sonrisa... como muestra sus dientes y sus ojos se achican... Solo por eso mantengo a Zaid aquí, para que la haga sonreír con sus ocurrencias.

He desperdiciado bastante tiempo cocinando y viendo las pantallas. Me he atrasado como nunca, pero no me mortifico. Hoy es el último día, así que me permito distraerme un par de minutos más.

<<Te fascina. No es una confesión tan difícil de hacer, cabrón.>>

Una llamada capta mi atención. Ciertos asuntos son imposibles de postergar...

Salgo de casa. Sé que tardaré un par de horas en regresar y, por primera vez en mi vida, no quiero alejarme de casa.

Me encargo de verificar que mis hermanos estén seguros. Con la guerrilla en la que estamos, no puedo bajar la guardia con mi familia. Compruebo que todos los hombres que he asignado estén haciendo su trabajo.

Prosigo con una estúpida reunión con unos malditos rusos. No tolero su prepotencia. Si no fueran tan buenos en su trabajo ya los habría mandado a la mierda.

Bebemos. Hablamos. Fingimos que empatizamos y cerramos un par de tratos.

Todo está en orden. Todo está bajo control. Todo, excepto una cosa. Sigue sin haber noticias de Rachid. Pidió una semana y a media noche vence su plazo.

Veo la pantalla de mi celular antes de regresar a casa. No entiendo qué tanto le ve a la piscina. La ha rondado tantas veces que le compré un par de trajes de baño para que pudiese utilizarla, pero solo los tiró a la basura. Malagradecida.

Cambio de aplicación y hago la milésima llamada al progenitor de la mujer que ha vivido los últimos días en mi casa.

Nada.

—Consigan el número actual de Rachid Johnson. —digo al par de hombres que me escoltan del auto a la entrada de mi casa.

—Sí, señor.

—Si no tenemos noticias de él para la medianoche, encuéntrenlo y llévenlo a las jaulas.

—Sí, señor.

Tomo una larga ducha y lavo por segunda ocasión mis dientes. Detesto el sabor de ese jodido vodka. Los rusos parecen no conocer otro puto destilado.

Me tomo el tiempo de preparar una buena comida. He notado que prefiere las cosas sencillas, con pocos condimentos y aroma ligero. También me he percatado de lo mucho que disfruta comer a su ritmo con Zaid parloteando. Llevo ya un par de días comiendo en mi oficina para dejarlos tranquilos y hoy no será la excepción.

Después del pitido abro la puerta y voy directo a mi escritorio. Con el primer bocado observo los monitores. De nuevo en el mismo lugar. Da vueltas y vueltas alrededor del agua, sin acercarse demasiado.

Ya a la mitad de mi plato, la veo decidida. Se acerca con precaución, intenta sentarse a la orilla, aunque su pésimo equilibrio la lleva a caer en la pileta. Espero un par de segundos a que salga a flote, pero no lo hace.

Secuestro [libro 1/6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora