Capítulo 3

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Pude ver el cuerpo de Zarina relajarse por el rabillo del ojo. Se había dormido.

¡Maldita sea, Aissa! Solo tienes un puto trabajo y primero casi la matas con las dosis y ahora está completamente herida porque no pudiste vigilarla. ¿Desde cuándo te volviste un inútil?

—¿Qué mierda hiciste ahora? —presiono el puente de mi nariz en un intento por mantenerme calmado.

—¡Nada! —su tonito a la defensiva me sacaba de mis casillas. Por causa suya es que ahora tendré que cuidar más a la castaña, como si no tuviese suficiente trabajo por hacer.

Tranquilo, Aissa. Solo tiene catorce años. Me repito mentalmente hasta tranquilizarme.

—Siéntate.

—¡No soy un niño! —suficiente. No podré tolerar esto -¡Está bien! ¡Au! ¡Ya, Aissa! ¡Ya entendí! —tirando de su oreja lo llevé hasta la cocina y lo senté en una silla de la barra —¡Auch! —tomó su oreja en cuanto lo solté.

—Mi puta casa, mis putas reglas. ¿Entiendes? —asiente en respuesta —Y claro que eres un niño, Zaid. Solo tienes catorce años.

—Pero tu iniciaste a los quince. —hace un puchero, confirmando lo que acabo de afirmar. Es solo un niño.

Me inclino hasta quedar a su altura.

—Y aprendí a base de putazos. Tú eres un chico al que no le hace falta nada, puedes escoger otro camino. No te aferres a lo que ya conoces, porque es un mierdero del que no vas a poder salir, Zaid. ¿De acuerdo? —sus ojos siguen rojos por las lágrimas que salieron tras la bofetada. Me enderezo y saco lo primero que encuentro del congelador —Ten. Póntelo mientras hago una llamada. —lo toma y hace lo dicho.

Saco mi celular y busco en la lista de contactos el número actual de Alexander. Apenas contesta se escuchan unos gritos de agonía al fondo.

—Estoy en algo importante. ¿Qué sucede?

—¿Por qué mandaste a Zaid a mi casa? —voy al grano. Sé que está en un interrogatorio y no podré mantener su atención por mucho tiempo.

—Porque no tengo tiempo para niñatos malcriados y ladrones. Como ya dije estoy en algo importante.

—¿Y ahora terminé siendo la niñera, porque tú no puedes con él?

—¡Exactamente!

—Que se haga cargo Donovan. —su tío, quien lo adoptó cuando sus padres fallecieron.

—Está ayudándome aquí.

—¡Maldita sea! —frustración es la palabra que me define en este momento. Hago todo su maldito trabajo y el hijo de puta me lo agradece mandándome más problemas —Está bien. Pero sin ningún tipo de interferencia. Es mío y punto.

—Hecho. ¿Algo más?

—Cuídate, Alex. —pasaron dos segundos y colgó sin respuesta. Me giro hacia el mocoso en mi cocina —¿Eres tan idiota como para robar a Alexander?

—¿Sorpresa? —todo un comediante. Mi cara debe decir suficiente, porque inmediatamente busca una forma de excusarse —No fue robo. Fue... un pago por adelantado, o tal vez dos. —lo veo hacerse pequeño. Respira, Aissa. Solo un niño.

—Tú. No. Trabajas. Para él. —le aclaré por millonésima vez.

—¡Solo porque no me deja! —ese maldito tonito me va a hacer explotar un día de estos.

—Pues ahora estás a mi merced. —sonríe. ¿Por qué sonríe? —Veremos para qué puedes servir. —de un salto se levanta y me abraza.

—Puedo ser muy útil. Te lo juro. —no entiendo para qué quiere entrar a la puta organización.

Secuestro [libro 1/6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora