Capítulo 14

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El cielo comenzaba a aclarar cuando fui a sacar al mocoso de aquel agujero.

—Espero que hayas aprendido tu lección. —apenas abrí la puerta lo vi hecho un ovillo en el suelo.

Empapado, temblando y con los labios violáceos. Repetía incontables veces "no me dejes aquí." Mi corazón sufrió otro espasmo. Contrólate Keegan. No cedas.

—¡Ey! Levántate, mocoso. —no respondía, estaba en trance —Zaid, puedes salir ya. —me acuclillo frente a él y lo cubro con la manta que traía conmigo. Ya me esperaba esta situación, sin embargo no esta ausencia de respuesta.

—No me dejes aquí. No me dejes aquí.

—Vamos a sacarte de aquí, mocoso. —lo tomo en brazos y con ello me termino empapando tanto como él.

—No me dejes aquí. No me dejes aquí. —recobra un poco el sentido a mitad de camino —No lo volveré a hacer. Por favor no me vuelvas a dejar ahí.

—Dependerá de ti, no de mí. —cae en llanto.

Cuando entramos a la casa, su tía nos ve. Sabe que no puede interferir en nada de lo que pasa en este mierdero y lo único que hace es cubrir su boca, contener su llanto y largarse por donde vino.

Acomodo los últimos detalles de mi traje. Debo resolver un par de asuntos con unos peces gordos y necesito estar presentable.

<<¡Ujum. Sí, como no!>> ignoro a mi estúpido inconsciente que no me deja en paz desde que vi de nuevo a Zarina.

—Te quedarás aquí hasta que yo vuelva. —dejo al chico en mi cama cubierto por todas las mantas que tengo; ya quisiera el resto de la organización tener el mínimo de compasión que le tengo a este mocoso. Afuera de la habitación ya esperaban el último par de imbéciles a los que Zaid drogó. Aún con heridas visibles se yerguen y saludan con respeto —No me interesa tener inútiles entre mis filas. Vuelvan a caer en las trampas de ese chico y los enviaré al otro mundo. ¿Queda claro?

—Sí, señor.

—Bien. Brenda tiene prohibido el acceso. Denle algo de ropa al chico y asegúrense de que esté listo para irnos a las diez.

—Sí, señor.

Les he dado el día libre a los novatos. Mañana los pondré a prueba en una exhibición y necesitarán estar descansados. Sobretodo porque después de ello tendré solo tres días antes de su juramento para pulirlos.

<<Claro... los descansaste por la exhibición y no por otra razón...>>

¡¿Cómo mierda callo a la puta voz en mi cabeza?!

Atiendo en mi oficina a los, ahora, nuevos aliados de la familia Keegan. Entre tragos, apuestas y risas fingidas, se pasan las horas.

—Bueno, señores. —me pongo de pie —Lamento arruinar el momento, pero tengo otros asuntos que arreglar. —el trío de hermanos se pone de pie.

—Eres un excelente negociador, muchacho. —el mayor habla en nombre de todos, tal y como hizo a lo largo de la reunión. Me extiende la mano para despedirse con un apretón —Sin duda alguna eres un excelente sucesor. Tu padre ha de estar orgulloso.

—Eso espero, Don Joaquín. —¡Patrañas! —Podemos agendar otro día para que me enseñe a jugar a la baraja española.

Suelta una risotada y no me queda más que seguir el juego.

—Claro que sí, muchacho. —me abraza de lado y me da unas palmadas en la espalda. ¿Quién se cree para tocarme así? —Ya no te quitamos más el tiempo.

Secuestro [libro 1/6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora