Capítulo V

91 13 2
                                    

Alguien llamó a la puerta. Muy fuerte.

Elise se despertó de repente, aún inmóvil en la cama tras despertarse de ese recuerdo convertido en pesadilla.

Salió del dormitorio y bajó las escaleras, colocándose la bata.

—Voy, voy.

Las palabras vibraron dentro de su cabeza. Diez pasos más, todavía descalza, y consiguió abrir. La lluvia la salpicó, y vio a August delante de ella, sosteniendo metros de cable negro doblados bajo el brazo.

—Hola, pasa. —Se hizo a un lado, y cuando él entró regó el suelo con el agua que resbalaba de su ropa—. Lo siento, estaba en el piso de arriba y no he oído nada.

—No te preocupes.

—Te traeré una toalla. ¿Te has olvidado algo?

August frunció el ceño.

—¿Qué?

—Bueno, has estado aquí hace poco. Y no sueles venir de visita.

—Te refieres a ayer.

—¿Ayer?

—¿Te encuentras bien, Elise? —Ladeó la cabeza—. Tienes mala cara.

Ella intentó pensar en lo que acababa de decirle, pero su cerebro aún estaba fuera de cobertura.

—Sí. —Se giró levemente hacia su recibidor, leyendo la hora en el reloj de números romanos—. Sí, es que son las diez de la mañana y aún no me he tomado un café.

Fue pasillo abajo, con un dolor de estómago que empezó en cuanto se levantó de la cama. Tenía un mal presentimiento dentro, su cuerpo lo sabía. No iba a ser un buen día.

—¿Está Gideon?

Elise salió del baño con una toalla violeta, y volvió al recibidor para dársela.

—¿Gideon? —Lo llamó ella, y la mansión le devolvió el eco—. Pues no, no está.

¿Se habría perdido dentro de su sueño?

—Voy a repasar el sistema de la alarma. —Le recordó, al notar que no estaba del todo bien—. Será un momento, y cambiaré las cámaras. Gracias.

Se secó el pelo y los hombros con la toalla que le dio.

—No hace falta que te molestes, Gideon no está.

—Me quedaré más tranquilo. Como no me has llamado supongo que hoy no te han enviado nada, ¿verdad?

Elise jugó con sus uñas desnudas, arrancando piel de alrededor.

—Aún no he ido a verlo.

—Yo sí. —Amy entró—.

Los dos se giraron hacia ella, la cual sacó una carta de dentro de la chaqueta.

—Es del banco. —La abrió—. Y prefiero lo del dedo, la verdad.

—Amy...

—¿Así que nada? —Preguntó él—.

—Si vas a reprogramar la alarma o algo así, te acompaño. —Respondió—. Así le cogeré el truco, también.

—Iré a hacer café, ¿queréis?

Elise se giró hacia el mueble de madera pulida, donde se encontraba el teléfono fijo. Abrió uno de los cajones.

—No, gracias.

—Los vídeos de las cámaras se almacenan en el ordenador de Gideon. Seguro que tiene un disco duro por ahí. —Volvió a acercarse, tendiéndole una llave plateada—.

La Mansión MansfieldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora