01. Preguntas sin respuestas

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El frío se coló hasta sus huesos antes de que pudiera abrir los ojos

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El frío se coló hasta sus huesos antes de que pudiera abrir los ojos.

El olor a antiséptico y metal viejo invadía sus fosas nasales.

Trató de moverse, pero su cuerpo se sentía pesado, como si hubiera dormido durante años. Sus dedos rozaron las sábanas ásperas que la cubrían, y un escalofrío recorrió su espalda.

¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?

Poco a poco, sus ojos se adaptaron a la oscuridad. Estaba en una habitación pequeña, con paredes de un blanco sucio. Una única ventana, cubierta por persianas rotas, dejaba entrar apenas un hilo de luz.

Su cabeza palpitaba con un dolor sordo, y al llevarse la mano a la frente, notó una venda áspera que la rodeaba.

—¿Hola? —su voz sonó ronca y débil.

Nadie respondió.

Con esfuerzo, balanceó las piernas fuera de la cama. Sus pies descalzos tocaron el suelo frío, y otro escalofrío la sacudió. Llevaba puesta una bata fina de hospital, gastada y con manchas que prefirió no examinar de cerca.

Se puso de pie, tambaleándose ligeramente. La habitación dio vueltas por un momento, y Vanesa tuvo que apoyarse en la pared para no caer. Respiró hondo, tratando de calmar el mareo y la náusea que amenazaban con apoderarse de ella.

Paso a paso, se acercó a la ventana. Con manos temblorosas, separó las persianas rotas y miró al exterior.

Lo que vio la dejó sin aliento.

Más allá del cristal sucio se extendía una ciudad que parecía salida de una pesadilla futurista. Rascacielos de metal y vidrio se alzaban hacia un cielo gris. En cada esquina, en cada pared, pantallas enormes proyectaban imágenes y mensajes que no alcanzaba a leer desde esa distancia.

Pero lo que más la impactó fue la gente. Cientos, miles de personas caminaban por las calles como autómatas. Todos vestían de gris, todos se movían al mismo ritmo, todos con la mirada fija al frente. No había risas, no había conversaciones.

Vanesa retrocedió, horrorizada.

¿Qué era este lugar? ¿Cómo había llegado aquí?

Trató de recordar, de encontrar alguna pista en su memoria que le dijera quién era y por qué estaba en ese hospital abandonado. Pero su mente estaba en blanco.

Un campo de trigo meciéndose bajo el sol.

Una mujer regañándola.

Disidente X (#PGP2024) EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora