9| El amanecer

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El amanecer

La tenue luz del amanecer se filtraba por las grietas del edificio abandonado cuando Raxiel abrió los ojos. Por un momento, se quedó inmóvil, escuchando atentamente cualquier sonido que pudiera indicar peligro. Solo el suave respirar de Vanesa, aún dormida a su lado, rompía el silencio.

Con cuidado de no despertarla, Raxiel se incorporó lentamente. Sus músculos protestaron por haber dormido en el duro suelo, pero ignoró la incomodidad. Tenían cosas más importantes de las que preocuparse.

Se acercó a la puerta de su escondite y la entreabrió con cautela, asomándose al pasillo del centro comercial. Todo parecía tranquilo, al menos por ahora. Las explosiones de la noche anterior habían cesado, dejando tras de sí un inquietante silencio.

Raxiel volvió junto a Vanesa y se arrodilló a su lado. Odiaba tener que despertarla, sabiendo lo mucho que necesitaba descansar para recuperarse de sus heridas. Pero no podían quedarse allí por más tiempo. El plan que habían trazado la noche anterior era arriesgado, sí, pero también era su mejor oportunidad de obtener información valiosa y suministros necesarios.

—Van —susurró, tocando suavemente su hombro—. Es hora de despertar.

Vanesa se movió ligeramente, frunciendo el ceño antes de abrir los ojos. Por un momento, pareció desorientada, pero luego la realidad de su situación se reflejó en su mirada.

—¿Ya es de día? —preguntó con voz ronca, intentando incorporarse.

Raxiel la ayudó a sentarse, notando la mueca de dolor que cruzó su rostro.

—Sí, acaba de amanecer —respondió—. ¿Cómo te sientes?

Vanesa se llevó una mano a las costillas vendadas, evaluando el dolor.

—He estado mejor —admitió con una pequeña sonrisa—, pero creo que lo podré manejar.

Raxiel asintió, admirando una vez más la fortaleza de su compañera.

—Bien —dijo—. Porque necesitamos movernos pronto. ¿Crees que puedas caminar un poco?

Vanesa asintió, aunque la determinación en sus ojos no ocultaba completamente la preocupación.

—Lo intentaré —respondió—. Ayúdame a levantarme.

Con cuidado, Raxiel la ayudó a ponerse de pie. Vanesa se tambaleó un poco al principio, apoyándose en él para mantener el equilibrio. Raxiel la sostuvo con firmeza, preocupado por lo débil que se sentía en sus brazos.

—¿Segura que estás lista para esto? —preguntó, la duda colándose en su voz—. Podríamos esperar un día más...

Vanesa negó con la cabeza, enderezándose con esfuerzo.

—No —dijo con determinación—. No podemos perder más tiempo. Cada día que pasa es un día más que nuestros compañeros podrían estar en peligro. Además —añadió con una pequeña sonrisa—, no es como si fuera a correr una maratón. Solo tengo que llegar a los túneles, ¿verdad?

Raxiel no pudo evitar sonreír ante su actitud.

—Tienes razón —concedió—. Pero prométeme que me dirás si el dolor se vuelve demasiado intenso. No quiero que te lastimes más.

—Lo prometo —respondió Vanesa, su mirada suavizándose—. Ahora, ¿cuál es el primer paso?

Raxiel se acercó a la pequeña mochila donde guardaban sus escasas pertenencias y comenzó a sacar algunos objetos.

Disidente X (#PGP2024) EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora