Libertad en llamas

176 14 6
                                    


Lucifer despertó de su sueño sintiéndose risueño. Amaba soñar con su madre, aunque esta vez su sueño contara con un tercer invitado especial. Buscaba con la mirada al castaño por toda la habitación pero este no se encontraba en ella.

Decidió levantarse para cepillarse los colmillos, estaba relajado. Si Adán andaba deambulando por el palacio no había problema alguno. Era sábado, los empleados tenían el día libre a excepción de los guardias los cuales solo se encontraban a las afueras del palacio. Salió de su habitación en busca del pecador.

Mientras cruzaba los enormes pasillos del palacio la promesa que le había realizado a aquel humano se repetía en su cabeza una y otra vez haciéndolo sentir como una escoria. Entro en la cocina recordando que el castaño la mayoría de las veces pensaba con el estómago y ahí fue justo donde lo encontró, dormido en la isla de la cocina.

Soltó una pequeña risita al darse cuenta de que tenia razón y comenzó a preparar el desayuno. Presentía que ese iba a ser un largo día. Después de unos cinco minutos el olor a comida logro despertar a Adán, seguía adormilado intentando visualizar que hacia el rubio.

-¡Buenos días dormilón!- Saludo el rey con la sonrisa más grande que Adán haya visto en ese infierno.

-Luzbel son las siete de la mañana, es muy temprano para andar tan sonriente- El castaño se puso la capucha de su suéter para volver a recostar la cabeza sobre la isla.

-Levántate ya, tengo cosas que discutir contigo. Además, hice tus favoritos, huevos revueltos- Tomo asiento a un lado del pecador poniendo un plato de comida frente a el. Adán levanto la cabeza para comenzar a comer lentamente, ambos se sumieron en un silencio sepulcral. El castaño no tenia idea de cual sería un tema de conversación apropiado para hablar mientras que Lucifer estaba muy perdido en sus pensamientos como para percatarse de ya se había alargado demasiado.

El pecador opto por intentar buscar respuesta a una duda que durante años le quitaba el sueño y alargaba sus noches. Desde el día en el barrio caníbal se había preguntado cuando sería un buen momento para hablar sobre eso y supone que este es el más apropiado, sin nadie que los interrumpa o escuche.

-Luzbel...- Lucifer salió de sus pensamientos para dirigirle la mirada a Adán.

-¿Si?-

-Desde que me contaste la verdad me he estado preguntando ¿Por qué nunca fuiste a buscarme?- Dijo sin voltear a verlo, la verdad es que esta incógnita rondaba en su cabeza desde el momento en que subió al cielo y le contaron todo lo que había pasado. Se sentía avergonzado de sí mismo. El preguntar ese tipo de cosas no era común para el pero la duda lo carcomía. En su mente se instalaba el " ¿Y si?" "¿Qué hubiera pasado?" "¿Alguna vez lo intento" Solo pudo escuchar un sonoro suspiro de parte de su contrario.

-En realidad si lo hice, Michael había instalado una barrera en el mundo humano impidiéndome el acceso. Después de miles de intentos logré traspasarla y...entonces te vi...y a Eva. Ella estaba embarazada, tú la abrazabas, ustedes se veían justamente como una pareja. En ese momento comprendí que ya no había lugar para mi en tu vida...- Nuestro pequeño rey solo decía la única verdad, el volvió al castillo ese día como una nueva persona. Si el ser exiliado de su hogar no le había quitado toda su esencia y lastimado por completo definitivamente lo que vio ese día lo había logrado.

Ver a la persona que el pensaba era el amor de su vida con otra mujer, fue desgarrador. Perdió a la única persona que pensó que seguiría con el sin importar que, sin importar los errores o los malos días. Al final no culpa del todo, Lucifer desapareció un día y nunca volvió, el castaño no tenía manera de saber lo que había ocurrido o si estaba vivo si quiera. No tenia el valor de culparlo por haber continuado con su vida.

Tu eres mi fruto prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora