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Lisa
Dias antes...

La habitación estaba inundada de un silencio inquietante, solo interrumpido por el zumbido tenue de la máquina de oxígeno y el tictac del reloj de la pared.

Me incliné sobre la camilla de metal donde yacía el paciente cero. Su cuerpo estaba en  estado crítico, pero aún vivo. Un tubo de cristal con sangre oscura y espesa  se encontraba sobre la mesa de metal, junto al microscopio

Tomé una gota de la sangre oscura con una pipeta, la colocó sobre un portaobjetos y la observó con cuidado bajo el lente del microscopio.  Mi mirada recorría las células infectadas. El virus, que inicialmente se había presentado como un invasor agresivo, ahora mostraba una nueva forma. Sus espinas, antes lisas y uniformes,  ahora eran irregulares, con ramificaciones extrañas que se extendían como tentáculos. La forma en que se agrupaban, la velocidad con la que se reproducían... era diferente. Estaba evolucionado.

Una punzada de miedo recorrió mi espalda.  Esta no era la misma cepa que había visto en los estudios previos. Era más compleja, más adaptable, más agresiva.  El virus se estaba volviendo más difícil de controlar.

—¿Ha tenido avances? —el doctor Hall, entró en el laboratorio con una jeringa donde cargaba una dosis del antivirus que habíamos estado creando.

—He estado analizando la sangre del paciente y el virus ha mutado —dije separándome del microscopio. Tomé un poco de aire, tratando de calmar los nervios.

—Mutaciones hay muchas, ¿Que hay de diferente? —dijo mientras fruncía el ceño.

—Las espinas no son uniformes, se está ramificando —lo miré con seriedad—. El virus se está replicando más rápido. Es más agresivo, más adaptable

—¿Que complicaciones podemos tener?

—Significa que no sabemos cómo combatirlo. Las vacunas, los tratamientos... Podrían ser inútiles contra esta nueva cepa —dije con la voz algo temblorosa. 

En ese momento, el cuerpo del paciente cero se agitó con fuerza. Los músculos de su rostro se contrajeron en una mueca de dolor. Su respiración, ya irregular, comenzó a debilitarse.

—Maxine, creo que.... —no terminé la frase. El paciente se estremeció con violencia. Sus ojos se pusieron en blanco, como si el virus hubiera tomado el control de su cuerpo. Luego arrancó los tubos y los cables que lo conectaban a las máquinas y se lanzó sobre mi, clavando sus dientes en mi brazo.

Un fuerte grito se escapó de mis labios y el dolor atravesó mi cuerpo como un relámpago. Maxine dejó la jeringa a un lado y se acercó al paciente. Lo agarró por su cabeza y con todas sus fuerzas, lo separó de mí. Llevé una mano a mi hombro. Mis piernas temblaban, perdiendo todas las fuerzas. Ese sería mi fin. Totalmente sería así. Comencé a sudar mientras la vista se me nublaba.

Solo podía escuchar los esfuerzos que hacía Maxine para contener al paciente cero. Solo me venía a la cabeza mi familia. Ya no podía cumplirle la promesa a Laura de volver a casa. Quería verla aunque sea una vez más antes de morir. ¿Iba a morir de esta manera?

—Lisa, tengo que protegerte —escuché algo lejana su voz y luego sentí como clavó la aguja en mi brazo, inyectando el antídoto. Cómo pude miré hacia mi brazo.  Mi piel se enrojeció alrededor de la inyección. Un calor intenso se extendió por mi cuerpo—. Respira profundo —intentaba transmitirme tal vez un poco de su propia determinación.

—¿Crees que funcione? —lo miré, sintiéndome algo débil.

—El antídoto no es una cura —dijo él, con voz firme pero llena de preocupación—. Es una protección temporal. El virus sigue en tu cuerpo, haciendo todo lo posible por sobrevivir y tomar el control.

Lo miré con terror. Los ojos se me cargaron de lágrimas que no pude contener y dejé que corrieran por mis mejillas.

—¿Qué pasará? —me estaba sintiendo un poco mejor. Esperaba que el antídoto pudiera neutralizar al virus.

—Significa que el virus está cambiando, esta evolucionando más rápido de lo que esperábamos —su mirada era intensa, llena de una verdad dura y sincera—. El antídoto puede detenerlo por ahora, pero no sabemos por cuánto tiempo más.

Un escalofríos recorrió mi cuerpo. La imagen del paciente cero gritando y atacando me volvía a la mente.

—No puedo dejar que se extienda, no puedo dejar que te haga daño —dijo con voz suave.

—Seguiremos investigando, seguiremos buscando una solución definitiva —me sentía menos agitada, menos cansada. El ayudó a que me levantara. Sentía un poco más de esperanza.

—Estoy aquí contigo, Lisa —su voz se repitió como un eco en mi mente.

Despierto empapada en sudor. Paso las manos por mi rostro intentando secarlo. La mochila está entre mis piernas. La tomo y la pongo en mi regazo. La abro intentando verificar que esté todo en orden. La caja negra se encuentra debajo de las latas. La abro lentamente y veo los tubos de ensayo en su sitio. Cierro la caja. Miro a mi alrededor como Tara duerme sobre las piernas de su madre. Emma duerme a mi lado, con la cabeza recostada al respaldo del asiento. Cierro la mochila y me pongo de pie, para caminar frente a ella intentando no despertarla

—Yo tampoco pude dormir las primeras noches —escucho la voz ronca de Lionel. Camino hacia el asiento del chófer y me indica que me siente en la silla de la ventanilla junto a la puerta—. Ya luego me acostumbré a estar en vela para cuidar de mi familia.

—Yo quiero reunirme con la mia —digo abriendo nuevamente la mochila. Saco una lata de papaya en conserva y se la extiendo.

—Ya comí de las provisiones que trajimos de la otra ciudad —dice mirándome. Me extiende un abre latas, y una cuchara para luego continuar conduciendo.

Abro la lata. Con la cuchara saco un poco de la fruta. Comienzo a comer mientras miro por la ventanilla.

—Esta ciudad es algo tranquila, me recuerda a la mía —su voz se suaviza un poco. En el fondo, no parece tan gruñón.

—La mia es un poco ruidosa —comento con una pequeña sonrisa

—¿La extrañas? —me mira por unos segundos.

—Mucho, el trabajo me mantenía ocupada —llevo otra cucharada a mi boca

—¿Es doctora o algo? Digo, por la bata —miro hacia dentro de la mochila y por la poca luz del autobús  se puede notar una bata algo manchada de sangre.

—Especialista en bioquímica —me limito a decir. Por más que muestren una buena faceta, no debo fiarme mucho de él.

—Interesante —murmura entre dientes.

Los zombies caminan de un lado a otro y muchos son atropellados con Lionel, quien lo disfruta. No se que nos deparará el camino pero solo quiero llegar. Quiero dormir en una suave cama y tomar un baño. Necesito volver a mi vida normal

La Cacería ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora