Final

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Lisa

—Te vas a ir y vas a salvarte —le suplico por enésima vez a Laura. Ella sigue firme pero quiero que se aleje de todo esto.

Siento un agarre fuerte en mis alas y de repente, me lanzan hacia una de las paredes. El impacto hace que me queje y caiga sobre una mesa.

—¡Lisa! —escucho la voz de Laura y luego un quejido por su parte. Me logro incorporar y el hombre la agarra del cuello. La nieta del tipo se esconde detrás de una mesa, como una completa cobarde.

—Déjala, hija de puta —gruño y alzo el vuelo hacia el. Dos extremidades salen de su espalda y se alargan hacia mi pero las esquivo y con mis garras, ataco su espalda arañandola por completo.

Suelta un fuerte chillido y suelta a Laura. Se gira hacia mi y pudo observar su rostro. Es  un amasijo de carne infectada, con pústulas que brotan como flores malignas. En su mano, un cuchillo oxidado brillaba con la luz de la habitación.

—¿Qué has hecho? —gruño, con voz ronca y seca.

—Con tu sangre, podré hacer un súper ejército y todo estará bajo mi dominio.

Salta hacia mí, con una ferocidad inesperada para un hombre de su edad. El cuchillo se abate sobre mí con furia. Lo esquivo por poco, sintiendo el viento frío del golpe sobre mi rostro. Mis alas, rígidas y pesadas, se agitaron con un ruido seco, golpeándolo en el pecho.

Grita con dolor. No es una amenaza, solo un débil humano en un cuerpo repugnante. Me lanzo contra él otra vez arremetiendo a golpes, sin control alguno. Lo escucho chillar, lo veo retroceder e intentar quitarme de encima.

—¡Lisa! —escucho la voz de mi pequeña. Quiero parar. Correr hacia ella. Abrazarla pero mi cuerpo no responde a mi voluntad. La transformación es incontrolable.

El hombre se tambaleó, recuperándose del ultimo golpe. Su rostro se contorsionó en una mueca de rabia.

—¡Te mataré!  —grita, blandiendo el cuchillo de nuevo.

Salto sobre él, con una velocidad que no es mía. Mis alas se extiemden con fuerza, golpeándolo en la cabeza. Cae al suelo, inconsciente.

La puerta se abre y varios guardias entran en la habitación. Sus rostros se llenan de horror al ver el caos que hemos provocado.

—¡Lisa!", grita Laura, con la voz temblorosa—. ¡Detente!

Pero no puedo escucharla. El dolor es tan intenso, la transformación tan imparable que mi mente se nubla. No puedo controlar mis acciones.

—¡Lisa! —grita de nuevo Laura—. ¡Eres tú! ¡Eres Lisa!

Su cuerpo se tambaleó hacia mí, buscando protegerme. Pero es demasiado tarde. La transformación me está consumiendo. La bestia que ha estado dormida dentro de mí había despertado, y tiene hambre.

Con un movimiento instintivo, me lanzo hacia los guardias. No son mis enemigos, solo personas tratando de proteger su propia vida.

Mis garras, filosas y oscuras, se clavan en sus cuerpos. La sensación de desgarro, la carne rompiéndose, la sangre caliente... me repugna, me llena de horror. Y al mismo tiempo, me siento poderosa, incontrolable.

Los guardias gritaron, jadean, se retuercen mientras la muerte los envuelven.

Laura grita mi nombre una vez más. Un grito de dolor, de angustia, de impotencia. Pero yo no la reconozco. No reconozco a nadie.

El aire está cargado de humo y caos. He eliminado a los guardias, pero no sé si me siento victoriosa o aterrorizada. Miro mis manos, temblorosas, las marcas del virus continúan molestándome. Cada pulso en mi cuerpo es un recordatorio de que estoy a punto de cruzar un límite que no puedo comprender.

—¡Lisa! —grita Laura, con la voz temblando de miedo—. ¡Tienes que hacer algo! ¡No te dejes llevar!

Siento que mi cuerpo se retuerce, el dolor se intensifica, y caigo al suelo, las paredes de la base tiemblan a mi alrededor. Oigo el estruendo de la destrucción y las luces parpadean como si quisieran despedirse de este lugar.

—Laura… —susurro—. No puedo… Estoy cambiando…

Ella se arrodilla a mi lado, las lágrimas corren por su rostro. Anna se nos acerca y parece tener una mejor idea.

—¡Rápido! ¡Tenemos que salir de aquí! —ordena.

Laura me agarra con desesperación mientras Anna nos guía. Pero el miedo se apodera de mí.

—No… No puedo controlarlo. —grito mientras mis dedos se alargan, convirtiéndose en garras permanentes—. No quiero lastimarlas.

—¡Tienes que luchar, Lisa! —exclama Laura—. ¡Te necesitamos!

Las paredes siguen colapsando, el suelo tiembla y mi alma se siente atrapada en un abismo. Corremos por los pasillos hasta llegar a una puerta que nos lleva hacia unas escaleras. Por las rendijas de la puerta, puedo divisar débiles rayos de sol. Ellas me sujetan con firmeza para poder salir. Subimos los escalones y Laura abre la puerta, que nos lleva hacia la fábrica. Al salir, Anna mira hacia las escaleras.

—¡Mamá! —grita Anna—. ¡Tengo que volver por ella!

—¡No! —la detiene Laura—. ¡No! ¡Es demasiado peligroso!

—Debo hacerlo —Anna aprieta los dientes y, con una última mirada a Laura, se vuelve corriendo hacia el fuego.

—¡Anna! —gritamos al unísono, pero ella no se detiene.

El lugar comienza a estallar, un rugido ensordecedor sacude la base. Mi mente se nubla, siento que el segundo nivel se acerca, que estoy a punto de perderme para siempre.

—¡La base está cayendo! —grita Laura con su rostro pálido—. ¡No podemos quedarnos aquí!

De repente, una explosión lanza una onda de choque que nos derriba. Nos arrastramos hacia la salida de la fábrica. Ella me levanta y me lleva fuera de aquel lugar infernal.

Pego otro grito. Es la transformación consumiéndome.  Siento como si estuviera a punto de convertirme en un monstruo completamente desprovisto de conciencia.

—Laura… —mi voz atraviesa el aire en un llanto—. ¿Qué voy a hacer?

Ella me mira, con miedo y tristeza en sus ojos.

—No, no, por favor… —me suplica—. No dejes que esto te cambie.

Mis pasos se vuelven titubeantes, estoy perdiendo el control.

—Eres la mejor hermana —digo, susurrando mientras caigo al suelo—. Estoy orgullosa de ti, siempre lo estaré —intento sonreír pero el dolor me invade—. ¿Recuerdas cuando te sentaba en mi regazo y te decía que harías grandes cosas? Siempre fue así. Recuerdo tu primer trabajo ganador en el preescolar. Aquel dibujo que tuve hasta que mi primer laboratorio se quemó —la miro pero su imagen se pone borrosa por momentos y luego vuelve a ser clara—. Cada dia, con cada logro, me enorgullecías más, te volvías en alguien mejor —las lágrimas caen de sus ojos, reflejando el dolor en su corazón—. Te amo, hermanita —la sonrisa persiste en mis labios y mi frecuencia cardíaca comienza a bajar.

—No, ¡no digas eso! —grita, temblando—. ¡Tienes que luchar! ¡Siempre has sido mi heroína favorita!

—No puedo… —una última oleada de dolor me inunda. Mi voz se convierte en un rugido—. Laura, ¡mátame!

Ella retrocede, horrorizada.

—¡No! ¡Te salvaré, lo prometo!

—¡Hazlo! —suplico, sintiendo cómo el monstruo dentro de mí se esfuerza por salir—. ¡No puedo controlarlo!

El suelo comienza a temblar, la base se colapsa bajo tierra. El rugido de la destrucción ahoga mis gritos.

—¡Te amo, hermana! —grita Laura y la veo levantarse y correr hacia uno de los agentes que había matado cuando llegué. Vuelve conmigo cargando una pistola. Sus manos tiemblan. Cierro los ojos esperando que lo haga. Mi boca se abre grotescamente y abro los ojos sintiendo un impulso por comer. No puedo hablar. Solo emito quejidos desgarradores. Mis manos se retuercen y es cuando dispara. Dos balas impactan mi cabeza. El mundo se me echa encima mientras caigo hacia atrás y solo veo... Oscuridad.

La Cacería ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora