28

14 8 1
                                    

Laura

Etoy tumbada en la cama. Mis pensamientos vagan hacia Anna, a esos besos furtivos que compartimos en la oscuridad, a la risa que resonaba entre susurros. Recuerdo la forma en que sus dedos se entrelazaban con los míos, la calidez de su piel contra la mía. Pero esa calidez ahora se siente como un recuerdo distante, un eco de algo que nunca volverá.

De repente, la puerta se abre de golpe. Un hombre entra con expresión es seria.

—La jefa quiere verte —dice con un tono que no deja lugar a discusión.

Me incorporo. Mi cuerpo está rígido. Cada uno de mis músculos se encuentran tensos.  Siento un odio que me recorre la sangre,  un odio que me consume. 

—¿Y qué si no quiero? —le respondo entre gruñidos.

Sin esperar respuesta, me acerco a él y lo pateo con todas mis fuerzas, haciéndolo doblarse de dolor.  Tomo su arma y le disparo varias veces, sin darle tiempo a suplicar por su asquerosa vida. No me detengo hasta que veo que su cuerpo se queda inmóvil.  La sangre mancha el suelo,  un color rojo que se extiende como una plaga. 

El sonido del disparos aún resuena en mis oídos mientras salgo corriendo por los pasillos interminables. La luz roja comienza a parpadear, iluminando mi camino como un recordatorio de que no estoy a salvo. La adrenalina corre por mis venas mientras cargo el rifle con firmeza, sintiendo el peso del arma como una extensión de mi propia desesperación.

De repente, varios hombres aparecen en mi camino.

—¡Detente! —gritan, pero no tengo intención de hacerlo. Disparo con precisión. Cada bala encuentra su objetivo. Algunos intentan devolver el fuego; esquivo sus disparos con dificultad, pero sigo adelante. La rabia me impulsa, y el deseo de venganza me da fuerzas.

Finalmente, llego a la sala principal. Varios hombres están allí, armados y listos para actuar. Pero lo que más me impacta es Emma, cruzada de brazos con una sonrisa burlona en su rostro.

—No vas a escapar, Laura —dice con desdén—. Se buena y colabora con nosotros.

Un hombre me agarra por detrás antes de que pueda reaccionar. La desesperación se apodera de mí mientras me arrastra por un pasillo estrecho.

—¡Suéltame! —grito, pero es inútil. Me empuja hacia una habitación acolchonada y cierra la puerta tras de mí con un golpe sordo.

Estoy atrapada. La habitación es pequeña y oscura, las paredes acolchadas me rodean como un abrazo opresivo. Mi corazón late con fuerza en mi pecho y el odio burbujea dentro de mí como lava a punto de estallar.

—¡Emma! —grito, sintiendo cómo la rabia consume cada rincón de mi ser—. ¡No me dejaré atrapar tan fácilmente! ¡Te mataré, hija de puta!

La desesperación se convierte en determinación. No puedo dejar que esto termine así. No puedo dejar que ellos ganen, no después de todo lo que he perdido. Anna, Emma... todos ellos son responsables de esta pesadilla. Y cuando salga de aquí, no habrá piedad.

El aire en la habitación acolchonada es denso y pesado, como si cada respiración estuviera impregnada de desesperación. El silencio es abrumador, roto solo por el eco de mis propios latidos. Estoy atrapada, pero no puedo dejar que el pánico me consuma. Mi mente trabaja a mil por hora, buscando una salida, una forma de escapar de esta pesadilla.

De repente, la puerta se abre con un chirrido y una figura se asoma. Mis ojos se abren de par en par al reconocerla: es Anna. Su mirada está llena de incertidumbre y dolor, y por un momento, el tiempo parece detenerse.

—Laura —dice con un susurro tembloroso mientras entra en la habitación, cerrando la puerta detrás de ella—. Lo siento tanto

—¿Lo sientes? —respondo con desprecio,  con mi voz cargada de veneno—. ¿Qué hay de todo lo que me hiciste? ¿Qué hay de los secretos? ¿De las traiciones?

—Por favor, escúchame —pide, dando un paso hacia mí. Su rostro refleja una mezcla de tristeza y arrepentimiento—. No sabía que las cosas acabarían así. No quería que esto sucediera”.

—¿Y qué querías, Anna? ¿Que me quedara aquí mientras te divertías a mis espaldas? ¡Eras mi amiga! —grito, sintiendo cómo la ira me consume. No puedo contenerme más.

—Lo sé… y estoy tan arrepentida —sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas—. Pero no era solo yo, Laura. Estaba atrapada también. No podía salir de esto.

—¿Atrapada? —replico, dando un paso hacia ella, mi voz ahora un susurro amenazante—. Tú elegiste esto. Tú decidiste traicionarme.

Sin previo aviso, Anna avanza hacia mí. Su mano se levanta como si fuera a tocarme, pero en lugar de eso, lanza un golpe directo a mi cara. La fuerza del impacto me sorprende y me hace tambalear hacia atrás.

—¡Despierta! —grita—. Esto no es solo sobre nosotras. Hay cosas más grandes en juego

Recuperando el equilibrio, arremeto contra ella con furia. La empujo contra la pared y ambas caemos al suelo enredadas en una lucha cruda y desesperada. Sus manos intentan sujetar mis muñecas, pero yo me aferro a su cabello, tirando con fuerza mientras intentamos dominar la situación.

—¡Eres una traidora! —le grito mientras le doy un rodillazo en el abdomen. Anna se queja y aprovecho la oportunidad para liberarme de su agarre. Me levanto rápidamente y la miro con desprecio—. ¿Qué esperabas? ¿Que te perdonara?

—¡No! Pero pensé que podríamos encontrar una forma de salir de esto juntas —responde ella entre jadeos, intentando levantarse.

—¿Juntas? ¿Después de todo lo que hiciste? —le digo mientras me lanzo hacia ella nuevamente. Ambas caemos al suelo otra vez, esta vez rodando en un torbellino de golpes y gritos.

Los puños vuelan y los cuerpos se estrellan contra las paredes acolchonadas. Cada golpe es una mezcla de dolor y rabia acumulada, cada movimiento una batalla por el control. Anna intenta zafarse de mí, pero yo no la dejo; la agarro del cuello y la empujo contra el suelo.

—¡Tú no entiendes! —grita ella con desesperación, su voz entrecortada por el esfuerzo—. Hay vidas en juego

—¿Y qué hay de mi vida? —le respondo con furia, sintiendo cómo las lágrimas amenazan con brotar de mis ojos—. ¿Acaso no importo?

En ese momento, su expresión cambia; veo el dolor reflejado en su rostro.

—No tenía opción —dice casi suplicante.

La empujo nuevamente al suelo. Mi cuerpo tiembla por la adrenalina y la rabia desbordante. Me coloco sobre ella y la presiono contra el suelo con todas mis fuerzas. Sus ojos están llenos de lágrimas y dolor.

—Si realmente te importa, dime cómo salir de aquí —le exijo, sintiendo que mi voz se quiebra ligeramente.

Anna respira hondo, como si supiera que ha llegado el momento de ser sincera.

—Hay una salida… pero necesitarás confiar en mí —dice con voz temblorosa.

—¿Confiar en ti? —repito incrédula

—Sé que he fallado… pero esto es más grande que nosotras. Juntas podemos enfrentarlo

La lucha se detiene por un momento; ambas estamos exhaustas, respirando pesadamente mientras nuestras miradas se cruzan en un silencio tenso. La decisión pesa sobre mí como una losa.

—¿Por qué debería confiarte? —le pregunto finalmente.

—Porque si no lo hacemos, estamos condenadas —responde Anna con sinceridad en su voz.

Con un suspiro profundo, siento cómo la ira comienza a desvanecerse poco a poco. Quizás haya una oportunidad para redimirnos juntas. Pero aún no estoy lista para perdonarla completamente.

—Está bien — le digo fríamente—. Te daré una oportunidad, pero si me traicionas otra vez, no habrá vuelta atrás

Anna asiente con una mezcla de alivio y temor reflejada en su rostro.

La Cacería ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora