3- Libertad

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Lisa

Golpeo la cabeza de un zombie casi en la salida del laboratorio. La criatura cae al suelo y tomo un poco de aire. Subo las mangas de mi suéter. Continúo caminando por el pasillo moviendo de un lado a otro el bate y dando uno que otro golpe en las paredes. Dos zombies a unos metros de mí comen del estómago de un hombre. Asco.

—Hola, hola, hola —llamo su atención dando más golpes en las paredes, creando fuertes sonidos. Los tres miran hacia mí con los trozos de carne entre sus dientes—. Vamos a jugar, tengo rica carne aquí —continuo haciendo ruido contra la pared haciendo un eco metálico que los incita a levantarse y acercarse a mi gruñendo con hambre.

Caminan con sus manos huesudas estiradas hacia mi, y con los ojos vacíos llenos de una sed insaciable. Mi corazón latía con fuerza mientras la adrenalina recorre mis venas. Aprieto el bate lista para atacar.

Un zombie con la piel gris y desgarrada, llega primero. Levanto el bate con un movimiento rápido y los estrello contra el cráneo del zombie con un sonido sordo y crujiente. La cabeza del zombie se hundió bajo el impacto. Sus ojos se ponen en blanco y la boca se le abre en un silencio grotesco. Cae hacia atrás mientras el otro zombie me observa. Se tambalea hacia mi con su brazo extendido como una garra. Retrocedo, esquivando el ataque con facilidad. Aprovechando la oportunidad, giro el bate con fuerza contra el hombro del zombie. Un crujido seco resuena en el aire, seguido por un grito de dolor; un sonido distorsionado y gutural. El brazo del zombie se desprende de su cuerpo, colgando de un hilo de huesos y huesos y carne

El zombie se tambalea hacia atrás con un rostro de dolor y confusión. Doy un paso hacia adelante, levantando el bate por encima de su cabeza y lo bajo contra su cabeza con todas las fuerzas. Su cráneo se partió como cascarón de huevo, salpicando el suelo de sangre  y sesos. El zombie se desploma de rodillas y finalmente, cae al suelo totalmente inmóvil.

El cuerpo lo tengo empapado de sudor. Dejó escapar un jadeo y miro los cuerpos que hacen frente a mí.

—Debo irme —camino por encima de aquellos cuerpos y suspiro aliviada.

Me dirijo a la gran puerta. Miro el cuerpo de hombre con el estómago y rostro devorados. Me agacho y tomo la placa que cuelga de su bata ahora manchada de sangre.

"Doctor Maxine Hall"

Joder, trabajé mucho con él en la fabricación de los antídotos para el virus cuando hubo el primer infectado.

Dejo el bate en el suelo y paso las manos por mi cabello para acomodarlo. Las luces comienzan a encenderse y a apagarse. Tomo el bate, me pongo de pie y camino hacia la puerta. Es tiempo de salir al mundo real. Debo llevar el antídoto con mi familia. Necesito ponerlos a salvo.

Abro las puertas y un torrente de luz solar,  impacta en mi cara. Cierro los ojos, los cuales se habían adaptado a la penumbra fría y artificial del laboratorio. Ahora me siento un poco más viva, con más energía. Abro los ojos lentamente, y un par de lágrimas se forman en ellos. Por fin puedo ver el cielo azul y a las nubes blancas desplazarse lentamente de un lado a otro. Un escalofríos recorre mi cuerpo. No siento solo la libertad de salir de ese lugar de encierro, sino,  el descubrimiento de un nuevo mundo.

Aún puedo sentir la adrenalina de haber batallado con aquellos seres putrefactos. La sensación de haber sobrevivido. Miro mi ropa. La sangre de los zombies se ha pegado en toda la tela, pero no importa, ya estoy afuera.

El laboratorio se encuentra de una especie de colina en medio de amplio bosque de árboles tan altos como rascacielos. Abro la mochila y guardo el bate. Cierro un poco la cremallera, dejando mi arma accesible a cuando la necesite.

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