TEXTOS QUE LE ESCRIBÍ.

Clases bajo la lluvia.

Esa noche, dentro de la camioneta, el peso de la presión se sentía más intenso que nunca. Las gotas de lluvia caían con suavidad sobre el parabrisas, creando un ritmo hipnótico que contrastaba con el torbellino de emociones dentro de mí. Trataba de concentrarme en la clase, pero mis pensamientos estaban contigo. La esperanza de verte me mantenía alerta, una luz tenue en medio de la tormenta de mis responsabilidades.

El sonido de la lluvia era un recordatorio constante de la incertidumbre que sentía. Cada gota era como una cuenta atrás, cada minuto que pasaba, una oportunidad menos de verte. A pesar de la fina cuerda de la que pendía mi desempeño escolar, decidí arriesgarlo todo por un momento contigo. El peso de mis estudios amenazaba con romperse en cualquier momento, pero mi deseo de estar a tu lado superaba cualquier otra preocupación.

Aunque no nos vimos esa noche, el simple "vemos" que me diste me llenó de esperanza. Ignoré el clima, las circunstancias y la presión de mis clases, aferrándome a la ilusión de que podríamos compartir un momento juntos. Sin embargo, la realidad de tu indiferencia me golpeó con fuerza. La chispa de nuestras primeras reuniones, esa emoción espontánea y pura, parecía haberse desvanecido.

Sentí una tristeza que invadía cada rincón de mi ser. Había elegido a ti sobre la escuela, sobre mi propio bienestar, y la realidad de tu desinterés me hizo sentir invisible, como si la lluvia hubiera borrado cualquier rastro de lo que una vez compartimos.

Aun así, mi cariño por ti no se desvaneció. A pesar de la desilusión, mi amor seguía intacto, como las gotas de lluvia que continuaban cayendo sin cesar. En esa noche lluviosa, me di cuenta de que mi amor por ti era más fuerte que cualquier adversidad. Aunque me dolía verte cambiar, prefería aferrarme a la esperanza de lo que una vez tuvimos.

Y mientras la lluvia seguía cayendo, supe que mi amor por ti era tan constante como aquellas gotas, persistente a pesar de todo.