capítulo 2

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Cuando las hojas comenzaron a caer mis lágrimas se le habían secado

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Cuando las hojas comenzaron a caer mis lágrimas se le habían secado. No me quedaban.

Una de los primeros a anocheceres en ese otoño corrí las cortinas para poder apreciar el atardecer, al igual que todos los días.

Lancé una mirada al escritorio junto a la ventana, donde reposaba un plato repleto de mi cena, aún sin tocar. A veces picoteaba, con la intención de calmar el hambre, pero sin poder deshacerme del nudo en mi garganta.

Esa noche, en cambio, logré esquivarlo entre horas, comiendo un poco más que de costumbre.

Y al día siguiente, un poco más.

Y al siguiente un poco más.

Hasta que, a mediados de octubre, era capaz de terminar un plato completo a lo largo de la noche.

Y cuando llegó el invierno era un poco más que piel y huesos. Aunque seguía recluida en la habitación que las Archeron me habían asignado, completamente incapaz de someterme a los juicios y desdén de Nesta —o así escuchaba que la llamaba el servicio "la señorita Nesta"—, y la compasión del resto de los integrantes —servicio incluido— por más tiempo del estrictamente necesario.

Pero con el invierno, también llegó una visita inesperada.

Ya estaba dormida, la mañana que Feyre llegó. Y, más tarde, cerca del mediodía me despertó el persistente ruido que llenaba la casa. Mi curiosidad ganó, obligándome a salir de mi remanso de paz y oscuridad para averiguar qué estaba ocurriendo.

Bajé las escaleras por primera vez durante el día topándome con Elain, parada en el recibidor con una de sus radiantes sonrisas y las manos entrelazadas sobre la falda de su vestido violáceo.

—¡Aeguir! ¡Qué sorpresa que estés despierta! — Ella me regaló una sonrisa.

La miré de vuelta un par de segundos, sorprendida por su alegría al verme y la familiaridad con la que se manejaba. Realmente no habían compartido mucho tiempo, o intercambiado diálogos con ella en lo absoluto. Yo realmente no salía de la habitación.

Saliendo de mi diálogo interno, muy consciente de que la pobre chica se comenzaba a poner incómoda con mi mirada fija y carencia de respuesta, miré a mi alrededor notando el revuelo del servicio.

—Ah.... —devolví mi mirada Elaine— ¿Qué está pasando? —Mis habilidades sociales habían empeorado con mi aislamiento autoimpuesto. Antes al menos era capaz de sostener una conversación ahora parecía no lograrlo.

—Ha habido un ligero cambio de planes. necesitamos despejar la casa. —Elain me regaló otra de sus sonrisas sacudiendo su incomodidad anterior.

—Yo... ¿Necesitas que me vaya? —Quise retroceder a la habitación, con intención de cambiar el camisón y despejar la casa con el resto.

—¡Claro que no! Nos encantaría que te unieras —Yo estaba segura de que ese «nos» no incluía a Nesta, y el señor Archeron no estaba.

Tuve que preguntar.

—¿Nos?

—Se refiere a mí —Por el umbral de la puerta pudo encontrar a la tercera hermana Archeron. supe que era ella por el pelo y los ojos, aunque jamás la había visto antes.

—Soy Feyre Archeron, no nos habían presentado.

—Beddor —Respondi el saludo tras vacilar un segundo.

Al compartir un apretón de manos pude notar la mano ajena extrañamente alargada. Sin ningún tipo de reparo volteé ambas manos todavía unidas y observé la suya con curiosidad.

Feyre retiró la mano un poco incómoda.

—Encantada de conocerte, al fin. He escuchado mucho de ti. —Sabía que ella solo quería ser educada, pero solo consiguió despertar una chispa de mi viejo humor muerto.

—Solo cosas malas, asumo. — creyó que era amargura en lugar de humor y quiso disculparse, pero no pudo. —Supongo que la fama se gana.

Feyre se quedó con la boca abierta cuando me di la vuelta para volver a la habitación. Normalmente pasaría allí haciendo nada durante toda la tarde, pero pude notar algo que no era normal en Feyre —su nombre grabado en mi cerebro por el gran número de veces que había escuchado al servicio nombrarla— y necesitaba saber más. A demás, había sido divertido jugar con ella. Casi había olvidado lo que se sentía al ver las caras desconcertadas cada vez que abría la boca— y supuse que tampoco me iría mal, hablar con otros seres vivos, para variar.

—¡Espera! —Exclamó cuando casi doblaba la curva de las escaleras —He invitado a algunos amigos hoy, ¿quieres quedarte a conocerlos?

Me detuve casi en lo alto y la miré de vuelta. Luego me miré a sí misma, haciendo notar el ligero camisón que vestía, y reprimí una sonrisa oscura.

—¿Semidesnuda? —Ambas hermanas se sonrojaron furiosamente.

Puse una expresión de sorpresa fingida, riéndome por dentro al ver sus caras todas rojas. Había olvidado lo divertido que era burlarse un poco, pero por alguna razón esa chispa hoy había regresado y seguía creciendo por momentos, al igual que la curiosidad, como si no llevaran meses ausentes.

—Y-yo... quiero decir... no me refería a... —En su vergüenza se había quedado muda. Me reí un poco y la miré.

—Si no te importa, iré a cambiarme —Me despedí con un gesto, terminando de subir las escaleras y, mientras me vestía, no pude evitar pensar en lo bien que me sentía esa tarde. Como si una pequeña y vieja pieza de mí misma hubiera regresado a su lugar.

¿Quizás necesitaba socializar más?

¿Quizás necesitaba socializar más?

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ueno, bueno

¡Tengo buenas noticias!

La verdad es que tengo bastantes capítulos escritos y pasados a ordenador ahora mismo, solo les hace falta un repaso, así que estaré publicando lunes, miercoles y viernes siempre que pueda.

Por lo demás, espero que tengais o hayais tenido un buen dia y nos leemos este viernes.

Chauu.

Una Corte de Muerte y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora