Capítulo 14

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La dorada y la vieja

Con la primavera llegó la segunda carta de las reinas, y con ellas la segunda reunión y la definitiva

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Con la primavera llegó la segunda carta de las reinas, y con ellas la segunda reunión y la definitiva.

Mi humor solo había empeorado con mi agotamiento acumulado desde la primera reunión. Mi falta de descanso agravando día a día mi resentimiento tanto a Nesta como a las Reinas Mortales.

Además, yo ya sabía, desde la primera palabra que había escuchado salir de aquella reina tan vieja como ególatra que no había una sola posibilidad de que ayudasen a estos inmortales a acabar con la guerra que se avecinaba. No existía la posibilidad de que esta reunión acabase bien, acudiese yo o no. Y con el estado mental en el que me encontraba, mi presencia solo lo agravaría y me llevaría la absoluta culpa de ello.

Aun con todo esto, Nesta no retrocedió y, al día siguiente, me hizo presentarme en aquella sala incluso antes de que los inmortales llegaran.

Las reinas llegaron al amanecer, junto a todo su séquito de guardias. Esta vez solo fueron dos de ellas, la rubia y la vieja —para mí desgracia— pero el numero de guardias era el mismo que en la reunión anterior.

El grupo entero de inmortales de la última vez también estaba allí, el Alto Lord y Feyre portando coronas gemelas como dos reyes y cogidos de la mano como amantes.

La Vieja los examinó por completo, amabas coronas y manos unidas incluidas, antes de sentarse sin aviso ni permiso de nadie, acomodando su enorme vestido mientras que la rubia se mantuvo de pie un momento más dejando ver durante un pequeño segundo una leve inclinación en los labios.

Mi ceño fruncido o la expresión sombría en mi cara debió dejarle entre ver a Nesta mi disgusto por ambas mujeres, pues me clavó las uñas en la muñeca como señal de advertencia para que me callase y no me moviera de su lado junto a la pared.

El Alto Lord no se esforzó en reverenciarlas con la cabeza antes de comenzar la conversación.

—Apreciamos que os hayáis tomado el tiempo necesario para visitarnos, de nuevo. —Casi se me escapa un bufido. Este macho debería saber que lamerles el culo a estas mujeres no iba a servirles para nada bueno.

La rubia solo lo reconoció por un leve movimiento con la cabeza. Su mirada saltando a ambos machos Iliryos situados a cada lado de nuestro pequeño grupo de anfitrionas. Si notó mi expresión hastiada o la palidez enfermiza de mi rostro, no hizo reconocimiento a ello.

La Vieja los miró a todos con los ojos entrecerrados antes de soltar un suspiro exagerado.

—Después de los graves insultos en la última reunión —no se esforzó en ocultar el odio cuando, nada disimuladamente, posó su mirada en mí para afirmar su punto. La mirada que le envié en respuesta podría haberla matado y enterrado en el acto, si las miradas pudieran hacer eso. La Vieja chasqueó ante ello, como si se encontrara ante un niño especialmente revoltoso—, debatimos seriamente si regresar o no. Como podréis ver, la mayor parte de nosotras consideraron que las groserías de vuestra... amiga, no se debían pasar por alto.

Una Corte de Muerte y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora