capítulo 4

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Cuando todos seguimos a las hermanas a la mesa, solo necesité un vistazo para saber que no había plato para mí

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Cuando todos seguimos a las hermanas a la mesa, solo necesité un vistazo para saber que no había plato para mí. Era lógico, dado que yo nunca comía fuera del dormitorio. Así que di media vuelta y comencé a salir del comedor en busca de otro plato.

Freyre me detuvo en el umbral de la puerta.

—¿No vas a unirte a nosotros? —Me giré un poco y señalé a la mesa, con solo seis puestos preparados y la obvia ausencia de un para mí.

—Debería ir por un plato y cubiertos, si quiero comer algo más que aire. —Paseé la vista por todos ellos y continué. —Normalmente no me importaría, pero el de hoy es demasiado tenso para mi gusto. No me quiero atragantar.

Me dirigí a la cocina mientras se apresuraba a explicar con voz tímida.

—Aeguir no suele comer con nosotras, por eso no hay un puesto para ella preparado aquí.

—¿Y dónde come, entonces? —Preguntó Freire.

—En su dormitorio. No sale mucho de mucho, en realidad.

Pero no era cierto. Yo salía todas las noches, solo que no era algo que fueran a mencionar.

Para cuando regresé con un plato, Nesta ocupaba la cabecera de la mesa. y a sus lados, el macho de las piedras rojas —ya no recordaba su nombre— junto a Elaine, el Alto Lord junto a Feyre y el de los sifones azules junto a él.

Acabé por sentarme junto a "sifones rojos" con "sifones azules" frente a mí, que no dejó de mirarme, como si mi existencia —o el hecho de que lo hubiese tocado— fuese una ofensa personal.

El macho a mi lado —sifones rojos— se removió incómodo. No supe si por mi presencia o por las alas apretujadas en el respaldo de su silla.

El silencio mortal bailaba por la sala mientras todos se servían. Feyre luchando por comer mientras los machos empujaban la comida a sus gargantas como si no hubieran comido en semanas.

—¿Pasa algo con la comida? —Comenzó Nesta, siempre mordaz.

—No —Feyre tragó otro bocado.

En ese momento recordé que varios libros coincidían en la riqueza del sabor de la comida fae. Supuse entonces que era cierto, aun cuando los machos alados parecían no notar la diferencia.

—¿Así que ya no puedes comer comida normal... o es que eres demasiado buena para esto? —Una pregunta, un desafío que heló más el ambiente.

—Puedo comer, beber, practicar sexo y pelear igual de bien que antes. Mejor, incluso.

Rojo se atragantó con el agua, y Azul se removió en el sitio. Yo cubrí mi diversión tras la copa, bebiendo un trago de agua. Qué maravilla de espectáculo.

Nesta soltó una risita baja, como si se burlará.

—Si alguna vez venís a Prytian, descubriréis porque vuestra comida no resulta diferente. —Abogó el Alto Lord.

Una Corte de Muerte y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora