Capítulo 5

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Algún tiempo después de aquella última charla con La Muerte ya había terminado mi té y continuaba perdida en mis pensamientos mirando las ramas secas del exterior de la cabaña mecerse levemente ante un viento fantasmal

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Algún tiempo después de aquella última charla con La Muerte ya había terminado mi té y continuaba perdida en mis pensamientos mirando las ramas secas del exterior de la cabaña mecerse levemente ante un viento fantasmal.

Recordaba los mejores momentos de mi vida, en un intento por encontrar consuelo a la soledad que había comenzado a sentir en el tiempo más reciente. Era curioso cómo, en cada uno de esos recuerdos, siempre había estado sola, pero nunca me había sentido tan sola como me sentía en ese momento.

Todo para que, de un momento a otro, pasara de sentirme sola a sentir que me ahogaba.

Sabía que no necesitaba respirar, pues no tenía un cuerpo propiamente dicho, pero la presión fantasma en mi pecho me hacía sentir que me faltaba el aire. Sabía que la cabaña era pequeña, siempre lo había sido y eras perfecta así, pero de repente comencé a sentir como si se fuera empequeñeciendo cada vez más, como si las paredes se me cayeran encima, aun cuando podía ver con mis ojos que no se estaban moviendo.

Me sentía encerrada.

Asfixiada.

Atrapada.

Enterrada.

Necesitaba aire.

Casi tropecé con la mesa al levantarme torpemente de la silla. La manta se me enredaba en los pies mientras corría desesperadamente a la puerta.

El salir al exterior no hizo nada por mí. Pasé de sentir que las paredes se me echaban encima a sentir que se me enterraban los pies en el suelo. Que la tierra intentaba tragarme.

Nunca me había sentido tan angustiada, tan aterrada. Ni siquiera cuando el incendio consumió la casa de mi familia, cuando se llevó a mi familia, cuando ardió mi vida. Nunca en mi vida había sentido este nivel de terror.

Solo pude correr, desesperada por mantener los pies lejos del suelo la mayor parte del tiempo posible.

Intente trepar a un árbol, solo para sentir que las ramas, como dedos esqueléticos, trataban de atraparme, arrastrarme al suelo, enterrarme bajo la tierra.

Solo podía correr, llorar y gritar.

El santuario que La Muerte me había prometido, transformado en mi peor pesadilla, ni siquiera sabía por qué.

Nunca supe cuanto tiempo estuve corriendo, sacudiendo la tierra que inexplicablemente caía sobre mi pelo. Pero en algún momento paró, aun si yo seguí corriendo mucho más tiempo, asustada de que volviera a comenzar.

Y por alguna magia extraña al final me derrumbé, cayendo de rodillas, llorando desesperadamente justo frente a la puerta de la cabaña de la que había estado huyendo.

Y por alguna magia extraña al final me derrumbé, cayendo de rodillas, llorando desesperadamente justo frente a la puerta de la cabaña de la que había estado huyendo

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Una Corte de Muerte y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora