Capítulo 4: Promesas

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STELLA

El suave zumbido de mi teléfono me despertó de un sueño intranquilo. Parpadeé para acostumbrarme a la luz que se filtraba por las cortinas. Después de días de lluvia incesante, al menos el cielo despejado era un cambio bienvenido.

Tanteé la mesita de noche hasta dar con el dispositivo. ¿Quién me escribiría un sábado por la mañana?

> Isolde: Ssssttteeeeelllaaaaaaaa ¿¿Sigues dormida?? Dormilonaaa ☀️💤

Pues claro, Isolde. Sonreí al ver el mensaje de mi mejor amiga. Isolde siempre había sido una madrugadora, todo lo contrario a mí.

< Stella: Pues no, ya no 😴 ¿Qué pasa, Iso?

> Isolde: ⚠️‼️Hace sol‼️⚠️ Necesito salir de casa ya. ¿¿Ágata a las 10?? Tengo novedades. 🙊☕

< Stella: ¿A las 10? Que sea a las 11, me acabo de levantar 😮‍💨

> Isolde: ¡¡Perrrfectopp!! Nos vemos allí 😘 Y no llegues tardeeeee‼️

Me estiré perezosamente antes de salir de la cama. Mientras me duchaba y me vestía, mi mente divagaba sobre la conversación de anoche con Mallory. La idea de buscar trabajo me emocionaba y me asustaba a partes iguales.

Me cambié de ropa rápidamente. Cuando bajé a la cocina, Mallory ya se había ido a trabajar, pero había dejado una nota en la nevera junto a un plato de panqueques.

"Que tengas un buen día, cariño. No olvides comer algo antes de salir. Te quiero. - M"

Sonreí, agradecida por su constante cuidado. Devoré los panqueques rápidamente y salí de casa, dirigiéndome hacia el centro de Maragda.

Guardé el teléfono, apresurando el paso. La Cafetería Ágata era uno de mis lugares favoritos en la ciudad, un pequeño local acogedor con grandes ventanales que daban a la bulliciosa Plaza Rubí. Al entrar, la campanilla de la puerta tintineó y el aroma a café recién hecho y pasteles horneados me envolvió.

– ¡Stella! ¡Aquí!

La voz de Isolde resonó por encima del murmullo de conversaciones. La localicé sentada en una mesa junto a la ventana, agitando la mano con entusiasmo. Me abrí paso entre las mesas y me dejé caer en la silla frente a ella. Mi amiga era inconfundible: piel oscura como el ébano, una gloriosa melena afro que parecía desafiar la gravedad, y una sonrisa que iluminaba toda la habitación. Vestía un mono de colores brillantes que contrastaba maravillosamente con su piel.

– ¡Por fin! – exclamó dramáticamente cuando me senté frente a ella. – Pensé que tendría que enviar un equipo de búsqueda.

Rodé los ojos, divertida.

– No exageres, Iso. Apenas son las 11:05.

– Cinco minutos pueden ser una eternidad, Stella – respondió con fingida seriedad antes de echarse a reír. – ¿Cómo estás?

– Mejor ahora que estoy aquí.

– Ni me lo digas. Te juro que una tarde más encerrada en casa y me volvía loca. Esta lluvia ha sido un asco total – soltó un dramático suspiro. – Pero ahora que el sol está de vuelta, ¡resurge el optimismo!

Un camarero se acercó y ambas pedimos nuestras bebidas habituales: un latte de vainilla para mí y un frappé de caramelo para Isolde.

– Bueno, suéltalo ya – dije, inclinándome hacia adelante con anticipación. – Dijiste que tenías novedades, ¿no?

BILOGÍA HADO: Raíces de Acero 🏙️ (1) | I.C. HernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora