YARAEl sol apenas había salido cuando comenzamos nuestra búsqueda. Llevábamos horas caminando por el denso bosque Bùduàn, y la frustración comenzaba a apoderarse de mí. Mis ojos escudriñaban constantemente el mapa que habíamos encontrado, pero la tinta negra que marcaba Elfadorn seguía burlándose de nosotras, justo en el centro de este inmenso mar verde.
—Esto es como buscar una aguja en un pajar —murmuré.
Stella, a mi lado, parecía igual de desanimada. Su cabello, normalmente bien peinado, estaba despeinado y lleno de pequeñas hojas. Tenía ojeras bajo los ojos, probablemente por la noche incómoda que habíamos pasado.
— ¿Alguna idea de dónde estamos? – preguntó Stella por enésima vez, su voz cansada, pero aún llena de esperanza.
Suspiré, frotándome la sien.
— Honestamente, no tengo ni idea. Este bosque es enorme y todo se ve igual. — Suspiré, plegando el mapa — Y si ese lugar está oculto por magia, podría estar justo frente a nuestras narices y no lo sabríamos.
Stella asintió, comprendiendo la situación. Sus ojos se dirigieron al grimorio que llevaba en sus brazos.
— Pensé que a lo mejor necesitábamos un hechizo, igual que anoche, pero esque no he encontrado ni tan solo una palabra que se parezca a 'Elfadorn'...
Suspiré, tratando de ocultar mi propia frustración. Era difícil no sentirme desesperada. Llevábamos horas caminando, buscando sin rumbo, y cuanto más tiempo pasaba, más insegura me sentía de que estuviéramos siquiera en el camino correcto.
Estaba a punto de sugerir que descansáramos cuando un movimiento entre los arbustos captó mi atención. Me tensé instintivamente, llevando la mano a mi arma, pero lo que emergió de la vegetación me dejó perpleja.
Un gato negro salió de entre las ramas, caminando con la elegancia y confianza de un animal que sabía exactamente dónde estaba. Me detuve en seco, desconcertada. ¿Qué hacía un gato en un lugar como este, tan profundo en el bosque? No había signos de vida humana en kilómetros, y, sin embargo, aquí estaba este felino, mirando a su alrededor como si todo le perteneciera.
— ¿Qué demonios...? – murmuré. — ¿Qué hace un gato aquí?
Mi hermana, por su parte, pareció olvidar momentáneamente nuestra situación. Parecía encantada. Sus ojos se iluminaron y una sonrisa se dibujó en su rostro.
— ¡Ay, mira qué monada! — exclamó, inclinándose para acariciarlo — ¿De dónde has salido, pequeñín?
El gato ronroneó ante su toque, frotándose contra su pierna.
— Stella, no podemos entretenernos con un gato — le recordé, aunque no pude evitar sentir un poco de ternura ante su reacción. A veces olvidaba que, a pesar de todo lo que estaba pasando, seguía siendo una adolescente.
—Vamos, no seas aguafiestas —me reprochó Stella, alzando al gato en sus brazos—. ¿No crees que es raro encontrar un gato así aquí? Debe significar algo.
—Lo único que significa es que nos estamos distrayendo. Vamos, tenemos que seguir buscando.
Asintió a regañadientes y dejó el gato en el suelo. Nos pusimos en marcha nuevamente. Sin embargo, noté que el gato nos seguía, manteniéndose cerca de Stella como si fuera su sombra. No se alejaba, no importaba cuántas veces ella intentara apartarse. Era como si estuviera decidido a no dejarnos en paz.
—¿Y ahora qué hacemos? —dije, un poco molesta—. No podemos llevarnos a un gato con nosotros.
Stella se detuvo y miró al animal.
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BILOGÍA HADO: Raíces de Acero 🏙️ (1) | I.C. Hernández
Science FictionEn las profundidades de Subtera, una ciudad subterránea donde la ley es solo una sugerencia, Yara Bardot se ha forjado una reputación como una de las mercenarias más letales de La Lumbre. Durante cinco años, ha mantenido a su hermana menor, Stella...