STELLAEstaba nerviosa, aunque trataba de disimularlo. Aún no me acostumbraba a la idea de estar en Elfadorn, en medio de toda esta locura mágica y rodeada de personas que parecían saber mucho más de mí que yo misma. Pero ahí estaba, de pie en el campo de arena, con la brisa fresca de la mañana despeinándome, mientras observaba a Reid y a la chica a su lado.
— Esta es Kinara — dijo, y apenas nos miró. — Polina ya os habrá contado quién es.
Lo primero que noté fue lo diferente que se veía de lo que había imaginado. Polina nos había hablado de ella como la mejor guerrera de Elfadorn, pero si la juzgara solo por su apariencia, jamás lo habría adivinado. Era menuda y delgada, su piel era tan pálida que casi brillaba a la luz del sol, y su cabello, de un rojo intenso y voluminoso, parecía tener vida propia, a pesar de que estaba en parte escondido bajo una chaqueta que le quedaba al menos dos tallas más grande. Sus ojos rasgados eran casi imposibles de leer; no reflejaban ninguna emoción. Me recordó un poco a esos personajes oscuros y misteriosos de las novelas góticas que leía a veces.
— Os ayudará con el combate mientras yo me encargo del grimorio. Dame el libro.
Miré a Yara, que asintió y me acercó la mochila con cierta precaución. Yo saqué el libro, pero antes de entregarlo, ella le advirtió a Reid que el libro la había quemado cuando lo tocó. Él solo arqueó una ceja, como si fuera una molestia menor.
— Lo sé — respondió con indiferencia. Reid lo tomó sin ningún problema, casi con indiferencia, como si fuera solo un libro más. — El grimorio sigue reconociendo mi linaje.
Lo observé mientras inspeccionaba el grimorio, sus ojos recorriendo las páginas con una concentración intensa. Por un momento, juraría que algo en su expresión cambió, como si el libro despertara algún recuerdo o pensamiento que no quería compartir. Pero claro, con Reid era difícil saberlo. Siempre parecía irritado, como si el mundo entero le debiera algo.
Kinara, por su parte, no dijo nada mientras Reid se alejaba con el grimorio. Seguía en silencio, mirándonos con esos ojos vacíos. Yara y yo intercambiamos una mirada; ella parecía estar lista para cualquier cosa que Kinara tuviera preparada. Yo, en cambio, solo esperaba no caerme de bruces en el primer intento. Kinara no se molestó en hacer una pausa para explicar qué íbamos a hacer. En lugar de eso, simplemente se ató el cabello en una coleta alta, revelando su rostro aún más. De alguna manera, su expresión seguía siendo la misma, fría y desapasionada.
Y entonces, casi como si fuera un truco de magia, sacó una katana de debajo de su chaqueta. No tenía ni idea de cómo la había escondido ahí, y francamente, no quería saberlo. Era una espada larga, más alta que ella misma, con una hoja afilada que reflejaba la luz de la mañana. Yara la miró con un brillo de reconocimiento en los ojos, como si supiera exactamente lo que Kinara tenía en mente. Yo, en cambio, sentía que me temblaban las piernas.
Tragué saliva, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba. Miré de reojo a Yara, buscando alguna pista en su expresión, pero mi hermana estaba completamente enfocada en Kinara, sus ojos siguiendo cada mínimo movimiento de la enigmática guerrera.
—¿Nos vas a enseñar con esa cosa? —pregunté, intentando sonar más valiente de lo que me sentía.
Kinara me miró como si acabara de preguntar algo tremendamente obvio. Nos observó por un momento, como evaluándonos. Finalmente, habló, pero lo hizo de una manera tan enigmática que me resultó difícil entender si era un consejo o una advertencia.
—Esta hoja es para aquellos que la necesitan. —Su voz era plana, sin emoción alguna—. No es para ti.
Me sentí un poco insultada, pero a la vez, aliviada. No tenía ni idea de cómo manejar una espada. Nunca había necesitado luchar. Mis manos estaban temblando, aunque intenté ocultarlo metiéndolas en los bolsillos de mi chaqueta. Yara, en cambio, parecía completamente serena, observando a Kinara con una mirada analítica, como si ya estuviera pensando en cómo defenderse.
ESTÁS LEYENDO
BILOGÍA HADO: Raíces de Acero 🏙️ (1) | I.C. Hernández
Science FictionEn las profundidades de Subtera, una ciudad subterránea donde la ley es solo una sugerencia, Yara Bardot se ha forjado una reputación como una de las mercenarias más letales de La Lumbre. Durante cinco años, ha mantenido a su hermana menor, Stella...