Capítulo 17: Jaque mate

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YARA

Me desperté antes del amanecer, más por el nerviosismo que por el sonido insistente del reloj. La luz de la luna se filtraba débilmente por las ventanas. Apenas había podido dormir, con la mente dando vueltas a lo que estaba por venir. Cada vez que cerraba los ojos, veía las caras de mis padres, escuchaba las amenazas de La Lumbre, y recordaba la conversación con Stella.

Me levanté en silencio para no despertar a Stella, que dormía profundamente en la litera de abajo. Verla allí, tranquila por un momento, me recordaba que todo lo que había hecho, lo había hecho por ella. Y, sin embargo, las decisiones que había tomado, las mentiras que había contado, me habían alejado de la persona que más quería proteger. Ahora, con cada paso que daba, me preguntaba si sería capaz de seguir llevándola a la batalla sin destruirla en el proceso.

El aire de la mañana era fresco cuando salimos de la casa tras desayunar un poco. Reid estaba apoyado de manera despreocupada contra la pared exterior.

— ¿Lista para la gloriosa y para nada suicida aventura? —preguntó, con un tono que dejaba claro que no esperaba una respuesta seria.

— Podrías hablar si sarcasmo, Reid —le respondí, apretando los dientes. El humor en estos momentos me resultaba casi insultante.

—¿Y perder la única diversión que me queda? —replicó, encogiéndose de hombros mientras se alejaba de la pared. Sus ojos se fijaron en mí por un segundo más largo de lo habitual, pero no dijo nada más.

Stella, que había permanecido en silencio detrás de mí, observaba a Reid con sus grandes ojos inquisitivos. A pesar de que había cambiado en estos últimos días, seguía siendo mi hermana pequeña, la adolescente que aún buscaba respuestas. Me dolía saber que muchas de esas respuestas no serían lo que ella esperaba.

Kinara apareció en silencio, como solía hacerlo. Nunca la veías venir, y, sin embargo, ahí estaba, de pie al lado de Reid, observándonos con esos ojos imperturbables.

Polina, Korbin, Lisbeth y algunos otros de la Casa Ballesta se habían acercado para despedirse. Sólo hacía unos días que los conocíamos, sentía una punzada en el pecho al dejarles atrás. Tal vez por la calidez con la que nos recibieron o porque, en el fondo, sabía que pronto volveríamos a estar en peligro.

La tarde anterior, después de hablar con el Consejo, la habíamos pasado preparando nuestras cosas, que no eran muchas. Reid nos había proporcionado con suministros básicos: agua, algo de comida, mantas... Lo necesario. A todo eso, le añadí mis armas y los mapas. Stella, de mientras, se quedó con otra mochila, donde colocó cuidadosamente el grimorio. La había mirado varias veces mientras ordenaba sus otras cosas, pero evitaba mi mirada. Y la entendía.

Reid, además, había seguido bromeando varias veces mientras preparábamos todo, metiéndose conmigo en cada oportunidad que encontraba. Intenté ignorarlo, pero sabía que disfrutaba viéndome irritada. Es su forma de lidiar con las cosas, supongo. Burla, sarcasmo, chulería. Kinara, por su parte, había estado afilando su katana en un rincón.

Por último, habíamos compartido una comida con el resto de los habitantes de la casa. Los chicos nos dieron palabras de aliento, aunque el miedo flotaba en el aire. No éramos los únicos que sentíamos el peligro acechando. Recordaba cómo, entre bocados de comida y conversaciones nerviosas, Stella había intentado mantenerse optimista. Pero pude ver en sus ojos lo mismo que sentía yo: el peso de lo que estaba por venir. Un peso que ni el entrenamiento ni las palabras amables podían aligerar.

Ahora, parados frente a todos, me invadía una mezcla de nostalgia y aprehensión. No quería dejar Elfadorn, pero sabía que no teníamos elección. Cruzaríamos el claro y el arco de piedra que marcaba el fin de este refugio, hacia un mundo que ya nos estaba buscando.
Polina se acercó primero, con sus ojos brillantes y una sonrisa que intentaba ocultar su inquietud.

BILOGÍA HADO: Raíces de Acero 🏙️ (1) | I.C. HernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora