YARA
El sonido de los pasos suaves y ligeros de Stella y Polina resonaba en el pasillo, acercándose cada vez más a la puerta de la habitación. Yo, sentada en la litera superior, dejé escapar un suspiro mientras mis pensamientos se volvían a enredar en la maraña de recuerdos que había tratado de mantener a raya durante toda la tarde. La conversación con Stella esa mañana había removido más de lo que estaba dispuesta a admitir, incluso ante mí misma.
Los recuerdos de Aedan se mezclaban con la sensación amarga de culpa que no lograba sacudirme. Aedan... ¿cómo estaría? No sabía si estaba bien, si estaba seguro, y eso me destrozaba por dentro. Además, me había pasado la tarde vagando sin rumbo por la aldea, tratando de evitar el inevitable enfrentamiento con Stella. Había pretendido estar ocupada, intentando ayudar en la Casa Ballesta, pero todo lo que hacía me recordaba lo que había dejado atrás, lo que había sacrificado.
El chirrido suave de la puerta al abrirse me devolvió al presente. Levanté la vista justo a tiempo para ver a Polina asomarse a la habitación con su sonrisa amable y serena, seguida de Stella, que parecía haber encontrado en ella una aliada. Al menos, eso era algo que me daba un poco de consuelo.
—Buenas noches —dijo Polina, mirando primero a Stella y luego a mí.
—Buenas noches, Polina —le respondí con una sonrisa que se sintió forzada en mis labios.
Ella desapareció detrás de la puerta, dejándonos solas a Stella y a mí en la habitación. Las dos otras chicas que compartían cuarto con nosotras aún no habían llegado. Podía sentir la tensión en el aire, una tensión que había estado acumulándose desde esa mañana. Stella, con los brazos cruzados, se quedó de pie al pie de la litera, observándome con una mezcla de determinación y algo de confusión. Sabía lo que venía, y por más que lo hubiese intentado evitar durante todo el día, no tenía escapatoria.
—Yara —comenzó Stella con una voz firme que me sorprendió por lo madura que sonaba—. Necesito que me digas la verdad. Todo.
Sabía que ese momento llegaría, pero enfrentarlo no lo hacía más fácil. Me deslicé lentamente desde la litera, aterrizando con un suave golpe en el suelo. Me quedé un momento en silencio, evitando su mirada mientras reunía el valor para empezar a hablar. Cada palabra que estaba a punto de decir se sentía como una herida que se abría de nuevo, pero Stella merecía la verdad.
—Está bien, Stella —comencé con la voz entrecortada, dirigiéndome hacia la pequeña ventana de la habitación. Afuera, la noche estaba en su punto más oscuro, y las estrellas brillaban con una intensidad fría que hacía eco en mi interior—. Te lo contaré todo.
Sentí su mirada fija en mi espalda, esperando, insistente. La luna, alta en el cielo, iluminaba tenuemente la habitación, proyectando sombras largas y delgadas en el suelo. Tomé una respiración profunda antes de girarme para enfrentarla.
—Cuando nuestros padres murieron, no solo nos dejaron a nosotras, Stella. También dejaron deudas. —La miré, esperando ver algo en su rostro, pero solo había silencio, una atención intensa que me obligaba a seguir—. Deudas que no supe que existían hasta que cumplí la mayoría de edad. Los que querían que se pagaran... se aseguraron de que yo lo supiera.
Stella frunció el ceño, su confusión mezclándose con preocupación.
—¿Qué tipo de deudas? —preguntó con una voz más suave.
Sentí un nudo formarse en mi garganta al recordar esos primeros días de libertad, llenos de sueños rotos y promesas vacías.
— Nuestros padres eran arqueólogos, lo sabes, pero no sé muy bien en qué asunto turbio se metieron... que contrajeron una gran deuda con gente peligrosa. Gente que no estaba dispuesta a esperar mucho más. Esperaron a que fuera lo suficientemente mayor, y, entonces... me contactaron, y no tuve muchas opciones. Me ofrecieron un trabajo para saldar las deudas, y yo... acepté.
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BILOGÍA HADO: Raíces de Acero 🏙️ (1) | I.C. Hernández
Science FictionEn las profundidades de Subtera, una ciudad subterránea donde la ley es solo una sugerencia, Yara Bardot se ha forjado una reputación como una de las mercenarias más letales de La Lumbre. Durante cinco años, ha mantenido a su hermana menor, Stella...