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Sarah

Estaba durmiendo plácidamente, cuando de repente, empieza a sonar cruel summer de Taylor Swift a todo volumen, del susto pego un salto digno de un atleta profesional, pero se me enredan las sábanas en los pies y acabo en el suelo con un buen dolor en mi costado derecho.

Entonces, recuerdo que puse esa canción anoche como despertador porque ¡¡hoy es el primer día de verano!! De la emoción me olvido del dolor y voy corriendo a despertar a mi hermano.

Cruzo el pasillo como Flash y entro en su habitación, se nota que es suya por los mil posters de surf y de películas antiguas de las cuales no reconozco ni la mitad.

—DESPIERTA ALEX—grito con todas mis fuerzas y sus ojos verdes, iguales a los míos ya que somos mellizos, me miran con sorpresa—. Es el primer día de verano, venga vamos a empezar el día cogiendo olas.

—¡¡¿¿Pero tú estás loca??!! Si son...— mira el teléfono–. Las 5:20 de la mañana.

–Pues por eso— digo alargando la frase—. Apenas quedan 10 minutos para que salga el sol, además les prometimos a Ethan y a Bella que iríamos todos a coger olas para empezar bien el verano.

Isabella y Ethan Miller eran nuestros mejores amigos desde que se mudaron a la casa de enfrente cuando teníamos cinco años, recuerdo ese día como si fuese ayer, estaba jugando en el jardín cuando una niña de grandes ojos azules y pelo castaño oscuro me robó mi muñeca favorita, fui y le quité la que tenía ella, supe entonces que íbamos a llevarnos bien. Y así fue, desde entonces los cuatro nos habíamos vuelto prácticamente inseparables.

Rueda los ojos, murmura un vale y va a preparar sus cosas. Tiene la capacidad de dormirse en cualquier lugar y momento así que tengo que ir varias veces más a asegurarme de que no se ha vuelto a dormir.

15 minutos más tarde, Alex, Bella, Ethan y yo estamos pedaleando en nuestras bicicletas por las tranquilas calles de Byron Bay, el pueblo más bohemio de Australia, camino a la playa.

Apenas tardamos unos minutos en llegar ya que vivimos muy cerca, estacionamos nuestras bicicletas y nos dirigimos a la arena, observo las nubes teñidas de rosa, las gaviotas surcando el cielo en busca de su comida, la forma perfecta y suave en que rompen las olas, la arena que comienza a calentarse bajo mis pies y me doy cuenta de lo bonito que es este lugar y de lo agradecida que estoy de poder llamar a esto casa.

—¿Vamos al agua o os vais a poner a hacer esos movimientos estrambóticos como hacéis siempre?— pregunta Alex sacándome de mi ensoñación momentánea.

—Oye— le digo indignada—. No son "movimientos estrambóticos". Estiramos antes de entrar al agua, viene muy bien para despertarse.

—Y para que no te den calambres en el agua como les pasa a otros.— Continúa Bella

—Eh, que solo me dio un calambre una vez, en fin, yo me voy al agua, ¿te vienes tio?— Le pregunta a Ethan, este asiente y se meten juntos en el mar.

Bella y yo estiramos un rato y luego entramos al agua con los chicos, era un buen día, las olas eran más grandes de lo habitual y rompían perfectamente, dejándonos así la posibilidad de hacer unos tubos increíbles.

Una hora y media más tarde, agotados por el rato entre las olas, nos encontrábamos en Koala café tomándonos nuestro segundo desayuno. Era la cafetería de nuestros padres, era espacioso, tenía mesas de madera clara a juego con las sillas, contaba con unos grandes ventanales desde los que se podía ver a las personas caminando o corriendo por el paseo marítimo y las olas rompiendo a lo lejos, siempre estaba lleno de gente porque hacían los mejores acai bowls del pueblo.

The summer of loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora