4.

69 16 13
                                    

Sarah

Había pasado ya una semana desde la excursión, durante ese tiempo habíamos pasado días enteros en la playa, muchas horas entre las olas, tardes paseando en bicicleta y mañanas en el café hablando de todo y nada.

Empezaba a notar una especie de conexión entre Noah y yo, era como si hubiese un hilo invisible tirando de mí hacia él, quería tener charlas interminables, saber cuál era su comida favorita y que odiaba, conocer sus miedos, sueños e inquietudes, estar a su lado y poder contarle cualquier tontería que se me pasase por la cabeza. Aún no sabía que era, pero fuese lo que fuese, era más intenso cada día.

Ahora estoy pedaleando por las calles variopintas, con mi tabla de surf en dirección a la playa, es muy pronto en la mañana, vengo sola porque a los demás no les gustaba venir en los días de lluvia como hoy, pero esos son mis favoritos , el viento fresco en la cara, las gotas de agua salpicando en el mar y las olas con más fuerza de lo habitual conforman un escenario de lo más tranquilo que solo pocos saben apreciar.

Llego a la playa, estiro un poco y me meto corriendo al agua, me dirigo rápidamente a la zona donde rompen las olas y me siento en la tabla a esperar, unos minutos más tarde veo como se aproxima mi ola, empiezo a nadar cada vez más fuerte porque realmente quiero cogerla, me cuesta pero finalmente lo consigo, me pongo de pie y avanzo por la pared de la ola mientras hago varios giros, veo que se va a cerrar y... clavo el final, con un giro impresionante, me siento muy orgullosa de mi misma y una sonrisa me ilumina el rostro. Vuelvo al line up y repito el proceso durante un par de horas más.

Estoy a punto de coger una ola cuando veo una figura levantando los brazos y gritando tratando de llamar mi atención, mi corazón da un vuelco cuando al aproximarme a la orilla la reconozco, es Noah.

—¿Tu por aquí? —empiezo a decir sorprendida cuando llego a la orilla—. Pensaba que no te gustaba levantarte pronto.

—Ahí tienes razón, pero me aburría y pensé ey, voy a ver porque a los chicos les gusta tanto madrugar.— Contesta señalando nuestro alrededor

—¿Y qué te está pareciendo la experiencia?

—Admito que es muy bonito todo esto tan temprano, pero el frío y la pereza de despertarse no te lo quita nadie.

—Se que puede costar un poco al principio, pero a cada día que pasa, con un nuevo amanecer, diferentes personas y la incertidumbre de no saber qué te depara el nuevo día, te motiva a despertarte pronto otra vez más.

—Nunca lo había pensado así, como si cada día fuese una nueva oportunidad de que pasen cosas buenas, no suelo pararme a pensar sobre ese tipo de cosas, soy más de vivir el momento.

—¿Cómo es que puedes vivir así? —pregunto con el ceño fruncido—. ¿No te pasa que repentinamente te pones a reflexionar sobre la vida, o piensas en lo que te gustaría que pasara?

—La verdad es que no, creo que sí te pones a pensar todo el rato, no eres capaz de vivir el presente y para mi, disfrutar de la vida es lo más importante.

Lo miro extrañada como si me estuviese hablando en chino.

—¿Pero de verdad no te pasa que te preguntas cosas como por ejemplo qué pasaría si los animales pudieran hablar, qué hubiese pasado si los dinosaurios no se hubiesen extinguido o y si mañana cae un meteorito y morimos todos?

—Joder Sarah que pensamientos más desoladores tienes, si siempre piensas así y estás constantemente cuestionando y analizando todo, nunca serás capaz de estar totalmente en el presente y así la vida no es vida.

Me deja totalmente sin palabras, acaba de coger todos los problemas que no sabía que tenía y los ha explicado en una frase.

—No está mal pensar en el futuro o el pasado de vez en cuando— continúa— el problema surge cuando no puedes parar de pensar en ello, te consume y eso no te deja vivir.

The summer of loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora