13.

29 5 26
                                    


Sarah

—¿Cómo has conseguido convencerme de esto?— Pregunta Noah por milésima vez en la última hora.

—Porque se me da increíblemente bien convencer a la gente, obviamente— pone los ojos en blanco ante mi comentario—. Y porque me debes una de cuando me hiciste abrazar a ese niño y casi me acusan de secuestro.

Ríe al recordar mi momento más humillante.

—En mi defensa diré que solo trataba de ayudarte.

—Uy, si, una gran ayuda— ironizo—. Si solo estuvieron apunto de meterme en la cárcel por secuestro.

Me fijo en la forma tan adorable que frunce la nariz y la crema de color azul que tiene en las mejillas, su condición para aceptar que le enseñara a nadar era que le prestara la crema de colores, le dije que era algo muy de principiante y que la gente que surfea rara vez la usan, pero insistió. A contrario de lo que esperaba, le queda bien, muy bien de hecho.

—¿Vas a quedarte toda la mañana comiéndome con la mirada o me vas a enseñar a nadar?— Le pego un empujón en el hombro y murmuro un “idiota”, él solo se ríe a modo de respuesta, cómo si no se diera cuenta del efecto que provoca en mí.

—Si, vamos, pero antes tengo que explicarte un par de cosas.

—¿Qué cosas? Si solo es meterse e intentar no morir en el intento.

Ruedo los ojos y trato de aguantar la risa, “trato” es la palabra clave porque parezco la hiena del rey león.

—Cariño, con esa mentalidad vas a durar 3 segundos contados sin ahogarte, va a venir una ola o te vas a meter en una corriente fuerte y adiós muy buenas.

—¿Acabas de llamarme cariño?

Hasta que no lo dice en voz alta no me percato de ese dato, le he cogido tanto aprecio en estas últimas semanas que me ha salido sin darme cuenta, como esos amigos que conocías de pequeño en el parque, te decían hola, jugaban una tarde y ya erais mejores amigos del alma, pues igual.

—Yo, eh…—balbuceo nerviosa, sé que lo he dicho, pero de saberlo a admitirlo en voz alta hay un gran paso.

—Tranquila, te entiendo, porque aunque solo nos conocemos desde hace unas pocas semanas, te has convertido en una persona importante en mi vida y también te he cogido mucho aprecio.

Madre mía, me dedica una sonrisa adorable que hace que aparezcan sus hoyuelos, también adorables y hace que termine de derretirme, este chico es un amor, de esas personas que suman y con las que te sientes bien en su presencia, ¿cómo no voy a haberle cogido cariño?

—Bueno, ¿vas a enseñarme a nadar o qué? Porque a este paso nos van a dar las uvas— agradezco que haya hecho la broma para aligerar el ambiente porque no tenía ni idea de que responder, por mi parte solo asiento porque es lo único que puedo hacer—. Lo que no entiendo es porque has traído esa pedazo de tabla.

—Era esto o ponerte con manguitos como los niños pequeños y no creo que la segunda opción te hiciera mucha ilusión, la verdad— bromeo.

—Si, vale, creo que me quedo con la tabla— ríe—. ¿Pero por qué tiene que ser tan grande? Las que te veo siempre a ti o a mis primos son mucho más pequeñas y molan más.

—Si, están muy guays. Pero tú no has cogido una tabla en la vida y necesitas una grande que tenga mucho volumen para tener más estabilidad y no agobiarte— explico, sé bien cómo se siente porque yo me cuestionaba lo mismo de pequeña—. Además no vas a coger olas, solo necesitas la tabla para flotar y no ahogarte.

—Dicho así tiene sentido.

—Pues claro que lo tiene. Si soy yo quien lo dice— respondo con fingida superioridad, a lo que Noah tan solo sonríe, ya debe de estar acostumbrado a mis comentarios—. De acuerdo, lo que tienes que recordar en todo momento es no alejarte de mi para poder ayudarte en caso de que sea necesario, no sueltes jamás la tabla si no te lo digo yo, y no estes confiado de más ahí fuera, el mar puede parecer bonito y tranquilo, pero también hay peligros como olas inesperadas, corrientes fuertes y rocas que, si no tienes cuidado, te pueden hacer daño.

The summer of loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora