4 - El asalto

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Ino se encontraba en un lugar muy peligroso.

Caían fuertes lluvias del cielo que empapaban el suelo manchado de sangre y los cadáveres que lo cubrían.

Era una historia de devastación y dolor.

Alcanzó a ver a shinobi con uniformes de Kumogakure y a los de Uzu yaciendo muertos hasta donde alcanzaba su vista.

Cráteres gigantes, tierra quemada, bosques destruidos, lagos secos y armas rotas la saludaban a cada paso. A lo lejos, enormes torres de fuego brotaban de toda la tierra.

Era el infierno.

Sin embargo, la batalla no había terminado.

Fue entonces cuando volvió a sentir aquella aura familiar y aterradora.

A pesar de que sus instintos le decían que huyera, sus piernas la empujaron hacia la dirección de aquel poder. Su corazón amenazaba con estallar cuando la presencia se hizo aún más fuerte y los gritos de mil almas llegaron hasta ella.

Pronto se topó con un acantilado en la ladera de una montaña y se situó en su borde mientras vislumbraba la batalla en curso.

Sus ojos se abrieron de par en par al ver a miles de shinobi de Kumogakure de pie a un lado liderados nada menos que por los Hermanos de Oro y Plata, uniéndose a ellos en la lucha estaba la unidad de élite Kinkaku Blackops.

A juzgar por su gran número, todo el batallón estaba presente y participaba en la batalla.

Sus ojos se abrieron de par en par, horrorizados, al ver a tres o cuatro docenas de jóvenes adolescentes e incluso niños con el familiar pelo rojo del clan Uzumaki, que yacían muertos en el campo de batalla. Todos vestían el uniforme Anbu y muchos aún llevaban máscaras en la cara, incluso muertos. Fue entonces cuando vio a un chico solitario que llevaba el mismo uniforme y una máscara de lobo y acunaba en sus brazos a un joven Anbu de pelo rojo brillante. A juzgar por la falta de movimiento del chico y el feo agujero que tenía en el pecho, estaba muerto.

Ino sintió que algo se le apretaba en el pecho cuando vio que el solitario chico de Uzu de pelo rubio envolvía a su amigo más joven pero muerto en un abrazo de oso. Lágrimas de sangre empezaron a caer de los ojos del Anbu rubio y dio lugar a un sentimiento tan poderoso que llegó al propio corazón de Ino.

Odio.

Se precipitó cuesta abajo sin importarle el peligro en el que se estaba poniendo, mientras ese sentimiento familiar que la atormentaba en el corazón se hacía más fuerte.

Sin embargo, se vio obligada a detenerse cuando el soldado de Uzu dejó a su camarada y levantó la mirada hacia el enemigo que le superaba en número y le rodeaba.

Fue entonces cuando vio aquellos ojos rojos e inquietantes.

¿Sharingan?

No, pensó, pues aquellos ojos carecían de tomoe o del patrón del famoso dojutsu del Clan Uchiha. Lo que la hizo dudar de esa convicción fue el hecho de que el chakra que sintió del chico sí le resultó familiar al de un Uchiha. Apenas podía percibirse, pero eso no cambiaba el hecho de que estuviera allí. Y aquellos ojos...

Sin embargo, había otra presencia. Una más fuerte que el chakra Uchiha que había sentido antes, que se enroscaba alrededor del chico como un sudario y amenazaba con quemar a cualquiera que se le acercara.

De todo el cuerpo del chico empezó a brotar ceniza de color negro oscuro, mientras el ejército enemigo que tenía delante cargaba de nuevo con un rugido atronador.

Con un ensordecedor y monstruoso rugido propio, el último shinobi de Uzu cargó hacia delante para encontrarse de frente con sus enemigos.

Estaba a punto de gritarle, de advertirle que se rindiera y huyera, pero de repente perdió el sentido cuando el mundo que la rodeaba empezó a desaparecer al instante.

Naruto - El 7º EspadachínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora