10 - Crónicas del Niño Perdido: Parte 2

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Tobirama era un invitado de honor y esperaba junto a la mayoría de la fuerza militar de Kiri en el cementerio. Había llegado el momento de que la aldea incinerara a los mártires de la 501 que murieron en acto de servicio. El ambiente era sombrío, con la Mizukage de pie junto a las afligidas familias.

Le intrigaba ver que Kirigakure seguía la costumbre de incinerar a sus muertos en lugar de enterrarlos como la mayoría de las demás naciones. Sólo Uzushiogakure seguía la misma costumbre, algo que Tobirama observó sin falta.

Se giró hacia el este junto con muchos otros al oír un pequeño murmullo entre la multitud.

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Tobirama a pesar de la situación en la que se encontraba.

"General"

"General"

"General"

Todo el 501 había estado bastante sombrío, pero ahora ver marchar a su líder entre ellos devolvió algunas sonrisas a muchos rostros. Tobirama observó cómo Naruto agradecía todos y cada uno de los saludos que le dirigían, aunque tardara algún tiempo en abrirse paso entre la multitud. Su corazón se hundió cuando vio que Gengetsu Hozuki también tenía una sonrisa como la suya en el rostro.

Tobirama vio claramente la forma en que la presencia de Naruto levantaba la moral destrozada de los shinobi. Para muchos, era un héroe y para otros un guerrero invencible. La forma en que no sólo los shinobi, sino también los civiles comunes le llamaban, dejó clara una cosa para el Hokage.

El pueblo había aceptado a Naruto como su General no porque su Mizukage lo hubiera ordenado, sino que ellos mismos habían depositado su fe en él como su General tras sus acciones y la forma en que había luchado por sus hombres.

Tobirama podía ver en los ojos de los shinobi esa fe inquebrantable en que, pasara lo que pasara, nunca perderían mientras tuvieran a su General con ellos.

Si Konoha tuviera un oficial así...

Naruto consiguió finalmente llegar junto a la Mizukage, que le dedicó una inclinación de cabeza ante la breve reverencia que le ofreció.

El nuevo general de Kirigakure se volvió entonces hacia las familias afligidas y las miró a todas a los ojos sin inmutarse.

"No hay mayor honor que morir al servicio de la propia nación. Vuestros hijos e hijas, padres y madres, maridos y esposas, hermanos y hermanas lo sacrificaron todo para dar a esta nación un futuro mejor. Comprendo que las meras palabras no pueden ser suficientes para la pérdida que habéis experimentado, pero prometo luchar hasta mi último aliento para proteger a esta gran nación por la que estos valientes guerreros entregaron sus vidas" prometió Naruto con sinceridad,

Recibió a cambio asentimientos sombríos y miradas acuosas, pero eso fue suficiente, ya que se apartó respetuosamente para permitir a las familias un último momento con sus muertos.

Pronto se encendieron las piras funerarias que rompieron la última conexión que los muertos tenían con esta nación y su pueblo.

Mangetsu vio que la mirada de Naruto estaba fija en unos niños pequeños que lloraban desconsoladamente por la pérdida de sus familiares a pesar de los mejores intentos de sus madres y otras mujeres por calmarlos.

La multitud jadeó cuando del humo de la pira funeraria surgieron unas figuras oscuras de aspecto humano. Al principio, la gente se aterrorizó, pero cuando aquellas figuras humanas se quedaron flotando en el aire mirándolas fijamente, la gente percibió que eran las almas de sus guerreros caídos.

Mangetsu y otros pocos shinobi veteranos vieron cómo Naruto levantaba en secreto dos de sus dedos invocando la ceniza con la que creó aquellas figuras parecidas a almas. Aunque no era real, cuando aquellas almas levantaron las manos en señal de despedida, los niños dejaron por fin de llorar y reflejaron el gesto con el corazón encogido.

Naruto - El 7º EspadachínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora