INTERLUDIO: UNA NOTICIA.

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La sala de reuniones se había convertido en el último lugar donde quería estar en ese momento. El silencio se cernía sobre todos como una losa, tan incómodo y asfixiante que cada bocanada de aire parecía insuficiente.

El roce incómodo de su ropa interior la atormentaba, la sensación del esperma que se escapaba entre sus piernas hacía que la tela se pegara a su piel. Y para empeorar las cosas, la mirada burlona del idiota al otro lado de la mesa la molestaba hasta la médula. Se sentía superior solo por haberla cogido en el pasillo.

"De verdad, quisiera estrangularlo", pensó para sí misma mientras apartaba los ojos del provocador y los posaba en Zaheer, al otro lado de la mesa redonda junto a Hauke. Zaheer había permanecido en silencio durante todo el tiempo en la habitación, concentrado en la lectura de unos documentos entregados por los sirvientes y Hauke.

Tomó la copa de vino y dio un sorbo, dejando que el sabor de las uvas y el alcohol llenara su boca. La luz tenue de las velas de un gran candelabro apenas iluminaba la habitación, pero para ella era como la claridad del sol. En ese ambiente, podía discernir claramente a los dos hombres que conversaban tranquilamente a su derecha.

Behrad Björnsoon, líder de la Casa del Oso, y Kenan Drake, líder de la Casa de la Serpiente, se mantenían al margen, esperando las órdenes que debían recibir. La mirada de ella se apartó de ellos, observando cómo una sirvienta aparecía para servir más vino.

Los minutos parecían estirarse interminablemente, la tensión en la sala era palpable con cada respiración. Así transcurrió el tiempo hasta que una de las escoltas se acercó a ella con delicadeza, susurrándole con respeto: —Ha llegado, mi señora.

Al instante, ajustó su postura con determinación, enderezando la espalda. Observó cómo el rumor de la noticia se propagaba rápidamente por la estancia, haciendo que los murmullos cesaran y los presentes se llenaran de expectativa. Los guardias se alinearon con precisión militar, y los líderes de las casas reunidas enderezaron sus espaldas, endureciendo sus gestos al fijar la mirada en la puerta con severa anticipación.

Después de unos tensos segundos, las puertas se abrieron lentamente, revelando la figura de Ceri Eos mientras caminaba con gracia por el umbral. Sus ojos captaron de inmediato algo inusual: llevaba los ojos cubiertos por una venda, y una de sus invocaciones descansaba sobre su hombro, observando a todos con atención.

Pero algo captó completamente su atención: la sangre. El olor metálico era palpable a su alrededor, manchando visiblemente su ropa. Antes de que alguien en la sala pudiera reaccionar, Zaheer se levantó con elegancia de su asiento.

—Ceri, dinos ¿qué encontraste? —preguntó, sus ojos dorados clavados en la figura del joven.

Ceri no respondió de inmediato, y el silencio que siguió anunciaba malas noticias. Los ojos de ella se apartaron de Ceri y se posaron en el bastardo. Para su sorpresa, la mirada burlona había desaparecido por completo. El chico parecía pálido bajo la máscara que llevaba, sus ojos abiertos de par en par mostraban miedo y terror, sus manos temblaban mientras agarraba el borde de la mesa.

Entonces, llegó el golpe devastador.

—Dracen Eos... y Ulf Termine. Han muerto.

Un horrible silencio invadió la sala. Los guardias casi perdieron el equilibrio y los sirvientes dejaron escapar pequeños jadeos. Los ojos de ella se abrieron ligeramente, incapaces de creer lo que acababan de escuchar.

Los líderes de las casas se quedaron sin palabras ante la noticia, cada uno procesando el impacto de lo dicho. Sin embargo, había alguien cuyo corazón se negaba a aceptarla.

Todos fueron sacados de sus pensamientos por el estruendo repentino de madera destrozada. La mesa frente a ellos se partió limpiamente, enviando astillas en todas direcciones, mientras copas y documentos caían pesadamente al suelo. Pero nadie pareció prestar atención a eso; todos los ojos estaban fijos en el responsable. Se levantó con una gracia silenciosa, caminando como un alma en pena hacia Ceri. El silencio era asfixiante, nadie se atrevía a romperlo.

The silver wolf (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora