CAPITULO 9: ESCAPE.

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No entendía por qué huyó.

Tal vez simplemente no quería saberlo ni entenderlo.

Solo sabía una cosa: cuando la vio, no pudo evitar detenerse y mirarla. Sus ojos se clavaron en su hermosa figura, y le resultó difícil apartar la mirada.

Ella era como la recordaba, con una melena rosa y esos hermosos ojos, aunque ahora era mayor. Le sorprendió que, a pesar del tiempo transcurrido, sus ojos pudieron reconocerla fácilmente; le resultó sorprendente.

Tenía claro que durante el brutal entrenamiento al que lo sometieron su maestro y los alquimistas, había perdido muchos recuerdos de su corta infancia. Sin embargo, esos días, esos recuerdos invadían su cabeza de forma clara y concisa. Era como tener agujas perforando su piel y cerebro en cada momento, provocándole horribles dolores de cabeza. Los rostros, los lugares y los sonidos del pasado aparecían con una nitidez que solo aumentaba su dolor.

Por eso, cuando la vio acercarse, se asustó de una forma que no podía explicar. Era algo increíble viniendo de él, alguien que había enfrentado monstruos y horrores más allá de la comprensión. Rápidamente y de forma torpe, caminó, perdiéndose en la multitud de personas. Los empujones y murmullos de la gente se mezclaban con el latido frenético de su corazón.

—¡Espera! —escuchó su grito, pero no quiso detenerse. No había razón para hacerlo, no había razón para hablar. La voz de ella era una melodía que despertaba emociones conflictivas en su interior.

Tenía demasiadas cosas que hacer en este momento, muchas cosas que ameritaban más tiempo.

El dolor le recordó eso. Vio cómo su vista se nublaba y tuvo que detenerse para no derrumbarse. Al parecer, la pérdida de sangre comenzaba a empeorar. El dolor le pareció imposible de tolerar, soltó un adolorido suspiro mientras observaba la entrada a solo unos metros. Pensó en su mala suerte; en los dos últimos días no había podido encontrar siquiera una hierba que le ayudara a tratar sus heridas.

Lo único bueno que le había ocurrido era que un granjero de una aldea pionera se había apiadado de él y le ofreció llevarlo. Su mirada viajó a un lado mientras veía a un chico de cabellos negros pasar a su lado, llevando una bolsa de tela y una espada vieja en su espalda.

Le pareció obvio el propósito del chico, pero sinceramente no le importaba. Ajustó las bolsas con su equipo destrozado en su hombro y se aseguró de que la lanza de Dracen siguiera en su espalda, y siguió avanzando.

Cada paso que daba le resultaba doloroso, las puntas de las flechas que aún seguían incrustadas obstinadamente en su cuerpo parecían seguir cortando con cada movimiento. Las bolsas que antes no le parecían una molestia ahora le pesaban como el plomo, y no ayudaba en nada que la lanza se estuviera convirtiendo más en una molestia que en una ayuda.

Apretó los dientes ante el dolor provocado con su propio andar, ignorando el grito de un comerciante que pasaba con su carreta a su lado. La sangre seguía fluyendo de sus heridas, provocando un pequeño rastro que los transeúntes parecían ignorar.

Sus ojos se dirigieron hacia la ciudad frente a él, tratando de distraer su mente del dolor. Los muros no eran tan imponentes como los de la Capital, Claw Town o la Fortaleza. Seguramente había varias entradas por las que los comerciantes y viajeros podían acceder.

Con pasos lentos y torpes, se colocó en la fila de personas que se había formado. Con el pasar de los minutos, la fila avanzó con rapidez. Notó que al parecer aquí no eran tan estrictos como en la capital.

Sus ojos viajaron a su alrededor, observando la multitud de personas reunidas. Había una gran variedad de personas, todas de diferentes razas. Algunos se miraban de reojo, otros murmuraban oraciones pidiendo suerte en sus viajes, y algunos hablaban amistosamente entre ellos.

The silver wolf (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora