ACTO III: los sentimientos (2)

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xx. feliz cumpleaños (vol. 2)

procesando todavía todo lo que había pasado, el gol, la dedicatoria, el que yo hubiera conseguido llegar allí. salto contenta, celebrando la victoria al lado de gavi y ahogada en abrazos y gritos, noto cómo alguien me agarra la muñeca y tira de mí hacia atrás, sacándome de la multitud.

"¿qué quieres?" – me suelto de él de un brazazo y me pongo recta. – "estamos celebrando."

"no me gusta que estés con él." – dice serio, mirándome como si me hubiera hecho fan del madrid.

suspiro y me agarro el puente de la nariz. – "¿y por qué debería importarme tu opinión? ni siquiera es la primera vez que me lo dices."

"escúchame, sofieke." – su voz baja una octava y pasa al holandés. – "no lo entiendes, no le conoces. no sé qué te ha dicho o qué te ha hecho para juntarte con él, pero te está mintiendo."

"¿qué-" – me tapo la boca para no chillar, aunque no creo que me oyeran dentro. – "lo primero: no sabes nada de nosotros, ¿vale? no tienes derecho a juzgar si está haciendo algo o no. si fuera verdad, que no lo es, ya lo sabría yo. y segundo: tú no pintas nada aquí, somos él y yo. no sabemos muy bien qué somos, o- o lo que queremos, pero tú no puedes decírnoslo."

"¡da igual! te va a hacer daño, ¿es que no lo ves?"

"¡¿y a ti qué te importa!?"

"le conozco, y te está usando. cuando encuentre a cualquier otra chica que le parezca mínimamente más guapa que tú, te dejará tirada y tú estarás fatal." – me señala con un dedo, especulando.

noto náuseas en la tráquea al pensar en pedri con otra persona. no que lo nuestro se acabase, porque al fin y al cabo tenía un límite, pero él con otra persona, en esto o después... me daba mareos.

"¿y qué quieres que haga?" – le grito con una mezcla de exasperación por las acusaciones y la tripa revuelta por el pensamiento anterior.

"¡déjale!"

una rabia enorme me empieza a borbotear en el pecho. – "¡tú no decides eso!"

"¡soy tu amigo y más mayor, y te conozco! ¡sé y quiero lo mejor para ti y él no lo es!"

la misma rabia llega al punto máximo y exploto. – "¡pues si te has decidido a meterme tanto en mi vida ahora con esta excusa, eres una mierda de amigo!" – respiro fuerte. – "ni se te ocurra separarme de él o te lo haré pagar." – amenazo.

no sé de dónde había salido esta necesidad imperiosa de defenderle.

él suspira incrédulo y se rasca la frente. – "¿no lo ves? ya lo defiendes como si te fuera la vida en ello."

"te voy a-" – doy un paso adelante dispuesta a ponerle las manos encima pero el tema central de la conversación abre la puerta.

"¿todo bien?" – pregunta.

"sí, todo bien."

"venid a la foto de celebración, solo faltáis vosotros." – sonríe educadamente y me ofrece su mano, y me aguanto las ganas de abrazarle y decirle que no se crea nada de lo que le digan, si es que alguien le dice algo.

frenkie resopla y le pega un empujón al volver a entrar.

"¿estás bien?" – me pregunta. – "pareces... afectada."

"sí, es solo que nos hemos peleado. ya sabes, lo de siempre estos últimos meses." – intento sonreír sin ponerme a llorar.

"eh, escucha." – dice mientras pone una mano en mi mejilla, yo me inclino inconscientemente hacia el tacto. – "si te dice algo que te hace daño, o que está fuera de lugar, sales de ahí y vienes conmigo, ¿vale? solo hace falta que me des un abrazo para yo entenderlo."

asiento rápido, lo he entendido, pero mi mente galopa confusa entre varias frases.

más tarde, cuando la gente ya empieza a irse, me despide en el aparcamiento. – "si necesitas cualquier cosa, llámame, porfa. voy a hacer un recado antes de volver a casa pero nunca pienses que me molestas."

un par de líneas más y me da un beso en la mejilla antes de meterse al coche, que consigue hacerme sonrojar, pero no lo suficiente como para que no me dé el bajón mientras veo cómo se va.

no puedo evitar sentirme como que el día había empeorado. solo porque él no me había dicho dos míseras palabras.

daniela me llama, pregunta si ya he terminado y le digo que sí, intentando ocultar mi decepción lo mejor que puedo.

con una invitación al piso de una amiga para hacer una cena tardía, me dice que me presente allí y me resigno, ya que pedri ha desaparecido del mapa y no creo que lo vea en un par de días, así que no tengo nada mejor que hacer.

pongo mi mejor cara cuando llego, aunque se vuelve sincera bastante pronto gracias al ambiente animado que había.

me sientan en el extremo de la mesa, cenamos entre risas y llega el momento de los regalos.

los voy abriendo, agradezco cada uno con toda mi alma, ya que no tenía demasiado claro que me mereciera demasiado, pero si lo tenía, no iba a pasarlo por alto. mis amigos eran increíbles y ellos sí merecían saber lo mucho que los apreciaba.

algunas miradas rápidas no se me escapan, y tras las risas nerviosas me atrevo a preguntar. – "¿qué pasa ahora?"

"tienes que cerrar los ojos, si no, no mola tanto."

pongo los ojos en blanco y me los tapo con una mano. – "no me hacen falta más regalos, parad ya."

noto a alguien detrás de mí, dejan algo en la mesa y me avisan de que ya puedo mirar.

"¿qué..."

"felicidades, sofi." – unas manos se me ponen en los hombros, acompañadas de un acento familiarísimo. – "espero que hayas disfrutado de tu día."

"pedri." – le nombro, extasiada y sin aceptar realmente que estaba allí, en mi cumpleaños, felicitándome, con mis amigos, renunciando a su tiempo de descanso. no me había dejado tirada.

"perdóname de antemano, pero no voy a poder comer tarta contigo. la dietista me mataría." – me arranca una sonrisa con la broma. – "así que al menos te la tenía que traer yo." – me sonríe.

"no hacía falta, niño." – digo algo arrepentida, quizá se había sentido obligado a hacer algo de esto, pero estaba tan contenta de que estuviera aquí que no podía evitar reflejarlo en la voz.

"puede ser." – como me dice siempre, y sé que sabe que lo digo por costumbre, y que a veces sí me hace falta. – "pero quería hacerlo." – esa sonrisa, esa sonrisa suya. veo cómo le chispean los ojos de alegría. – "felices 23, guapa." – me deja un beso en la mejilla y se sienta a mi lado.

pido mi deseo y soplo las velas, aún más contenta porque él estuviera ahí, y río, feliz con la compañía y las preocupaciones olvidadas mínimo hasta mañana.

quizás no valía la pena hacerle caso a frenkie.

y cuando pedri me da la mano por debajo de la mesa con los vítores y aplausos de banda sonora, sentí que podía con todo.

VISTA AL MAR - Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora