26. El Más Inseguro Gana

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Me pilla totalmente por sorpresa cuando Lando entra en el coche

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Me pilla totalmente por sorpresa cuando Lando entra en el coche. Estaba tan concentrada en mi conversación por mensaje con Erika, que no lo he visto salir de la casa ni acercarse al coche. Y cuando veo su cara me apresuro a soltar el teléfono para poder darle toda mi atención, pues parece que la necesita.

No me dice nada, ni siquiera me mira. Se agarra al volante con fuerza y me quedo un poco cohibida, sin saber qué hacer o decir, pues sus ojos están rojos y no sé si es porque va a llorar o porque está cabreado. Quizás las dos cosas.

Pienso en preguntarle si está bien, pero sería una pregunta estúpida. Claramente no está bien. Y me siento fatal, siento que yo soy la culpable de todo esto. Porque lo soy. Si Harry nunca me hubiera contratado nada de esto estaría pasando. Harry habría conseguido otra niñera, y Lando seguiría disfrutando de relaciones sin compromiso. Los dos tendrían la amistad intacta, y también los corazones.

Mis ojos se aguan porque sé que el cabreo y la tristeza de mi novio están causados únicamente por mí. Se supone que tu pareja te cuida, te quiere, te protege, te cura... No te hace daño. Y yo le estoy haciendo daño. De forma más o menos directa, se lo estoy haciendo.

- ¿Qué ha pasado? – Me atrevo a preguntar, sintiendo que se forma un nudo en mi garganta.

No contesta inmediatamente. Su vista sigue clavada en un lugar aleatorio, mientras sus nudillos van poniéndose blancos por la fuerza con la que se agarra al volante. Está muy enfadado. Y me da miedo. Me da miedo que esté enfadado conmigo. Me lo merezco, probablemente, pero igualmente no quiero que lo esté. Yo quiero que nuestra relación funcione, y lo último que deseo es que se enfade conmigo.

- Es un idiota. Harry es un auténtico idiota – dice, apoyando la frente en el volante. – Pero yo lo soy más.

Trago saliva, sin estar segura de si debo seguir preguntando; de si es buena idea hurgar en esa herida.

- ¿Por qué lo dices?

- No importa – se frota los ojos y se pone recto, quitando el freno de mano y poniendo en marcha el coche. – Tú no te tienes que preocupar por nada, ¿vale?

- Vale – susurro.

Y aunque le digo eso, realmente no puedo hacer lo que me pide. No puedo no preocuparme. No puedo cuando soy consciente de que ni siquiera me ha mirado desde que ha entrado al coche. No puedo sentirme menos culpable y menos mierda si mi novio no quiere decirme qué ha pasado, porque sé perfectamente que no me lo dice para no hacerme sentir peor. E igualmente me siento peor.

Me aguanto las ganas de llorar todo el camino. Trato de pensar en otras cosas, de distraerme a mí misma mirando por la ventanilla. Trato de concentrarme en lo que veo por las calles, en la gente y los escaparates, pero mi mente me traiciona, recordándome una y otra vez todo lo que está pasando. Y cuando eso pasa, siento mis ojos aguarse de nuevo. Pero pestañeo deprisa y me deshago de esas lágrimas.

Al Loco Del Que Me Enamoré // Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora