Capítulo 1. Cuenta hasta diez.

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Fue inevitable. El momento exacto en el que supo que había perdido el control total del auto y que no podía hacer nada, cuando simplemente su cuerpo se tensó y tuvo ese momento de claridad y silencio antes del impacto. El latigazo se sintió en cada hueso y sus oídos pitaron por la presión y el ruido que lo envolvió mientras las piezas del monoplaza salían volando por todos lados, el crujir del auto cediendo al golpe, y de repente, nada. Silencio.

Levantó la vista, a través de la protección del casco, el sol de Mónaco parecía de colores, así que cedió y cerró los ojos.

Uno...

Dos...

—"Bandera roja, Max, bandera roja." —El sonido del comunicador le sacó de su trance. Había muchas cosas a las cuales poner atención durante la carrera, pero una bandera roja siempre era un problema mayor.

—"¿Qué sucedió?" —Preguntó de vuelta, pero el silencio que le siguió a su pregunta comenzó a exasperarlo rápidamente, la adrenalina de la carrera era suficiente para poner todos sus instintos en alerta.

—"Fue Checo. No te preocupes, él está bien."

Tres...

Cuatro...

Limpió el sudor de su cara con la toalla que le cedieron, todas sus alarmas estaban en rojo, su cuerpo y su instinto le decía que nada estaba bien, que algo había sucedido, pero nadie quería decirle nada, nadie le permitía dejar su sitio, pero nadie pudo impedirle ver el choque, tenía que hacerlo, tenía que verlo y saber por sí mismo cuál había sido el daño.

Cinco...

Seis...

—No despierta. Solo podemos esperar a que su cuerpo responda por sí solo y monitorearlo. —Las palabras del doctor fueron claras y Max sintió un hueco en el estómago. Horner lo sujetó antes de que fuera a caer y le ayudó a sentarse en una de las incómodas sillas de plástico de la sala de espera del hospital.

Siete...

Ocho...

—¿Mamá no va a venir? —La voz dulce y triste de su pequeño cachorro le hizo sentir que le encajaban un cuchillo en el estómago, así que lo acunó contra su pecho un poco más para lograr que se durmiera pronto.

—Vendrá cuando los doctores digan que está mejor, no debes preocuparte por eso, ¿está bien?

Nueve...

Diez...

¡Listos o no, allá voy!

La luz cegadora de la farola del hospital le hizo parpadear un par de veces para acostumbrarse. Había un zumbido en sus oídos y tratar de enfocar las cosas fue difícil, no notó que tenía reseca la garganta hasta que intentó decir algo y solo pudo gruñir un poco al intentar mover sus brazos o algo de su cuerpo para desentumirse. No pudo hacerlo, solo sintió algo de dolor diluido, y poco a poco las cosas fueron clarificándose, todo era confuso, pero había cosas que le hacían lógica, como el hecho de que estaba en un hospital, que había máquinas que le rodeaban y pitaban con diferentes sonidos y luces, que estaba conectado a varios cables, que hacía frío, que la habitación estaba en silencio y que había un hombre sentado en un sofá aunque definitivamente lucía incómodo por la manera en la que estaba y el suave aroma a naranjas que permeaba el lugar lo relajó poco a poco cuando notó que podía inhalar más aire.

Necesitaba agua. Fue su primer pensamiento, más allá de saber la identidad de aquel hombre que dormía de forma incómoda.

Giró lentamente el cuello, notando que tenía un collarín que prácticamente le impidió moverse más y luego probó mover sus brazos, estos respondieron, lentamente, pero lo hicieron y luego sus dedos. Se sentía entumido.

Por si un día me recuerdas {Chestappen}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora