𝟎𝟏𝟓

287 25 1
                                    


                                           Mientras ambos niños entrenaban su combate cuerpo a cuerpo, los luminosos rayos del sol del mediodía iluminaban el claro en el cual se encontraban. El sitio estaba rodeado de altos y frondosos árboles, cuyas hojas parecían susurrar al compás de una suave brisa.Sus movimientos eran precisos y sincronizados, casi como si de una danza se tratase. Los sonidos de sus respiraciones y el crujir de la hierba bajo sus pies se mezclaban con el canto lejano de los pájaros.


                                             — Increíble. — una sonrisa se formó en los labios de la niña, pese a que comenzaba a respirar con dificultad. — Cada día mejoras más, Toru.

                                              — ¿Acaso lo dudabas?— el varón le devolvió la sonrisa, limpiándose el sudor de la frente.— Tú también estás mucho más fuerte y rápida que cuando llegaste.


                                            Nuevamente el sonido de sus golpes y pisadas resonaron en el claro. Donde cada impacto era un testimonio de su dedicación y arduo trabajo por mejorar. Después de un intercambio particularmente intenso, ambos decidieron tomar un breve descanso. Se sentaron en la hierba, compartiendo el momento de tranquilidad mientras que recuperaban el aliento. La hierba era suave y fresca debajo de ellos, siendo un contraste bienvenido al calor del entrenamiento.


                                               — Es un día hermoso, ¿no crees?

                                              — Si, lo es. Pero...— la mirada del varón paso del cielo hacía sus alrededores de inmediato.— ¿Escuchas eso?


                                             Un ruido extraño se hizo presente, algo parecido a un crujido entre los arbustos cercanos, llamó su atención. Ambos se pusieron en alerta, agudizando sus sentidos. Gojo se levantó primero, buscando con sus ojos cualquier signo de peligro que los pudiera amenazar. El ambiente, que había sido sereno, de repente se encontró tenso, como si el mismo bosque estuviese conteniendo la respiración.


                                           — Podría ser un intruso. — habló ella con voz baja. — Tenemos que estar preparados.

                                           — Si, vamos a ver qué es. — asintió, ambos niños concentraron cierta cantidad de energía maldita en sus puños, con la idea de utilizarlos como armas en caso de necesitarlo. — Nos protegeremos mutuamente.


                                          Con cautela, los niños se acercaron al origen del sonido, sus pasos eran silenciosos pero decididos. Cada crujido de las hojas aumentaba su tensión, pero también la osadía de enfrentar lo que fuera que estuviera acechando. La oscuridad entre los árboles parecía alargarse, creando figuras misteriosas que alimentaban la imaginación de ambos. Finalmente, apartaron unos frondosos arbustos y se encontraron con la fuente del ruido: un pequeño gato de color negro, sucio y hambriento. Dejando fluir nuevamente su energía maldita al darse cuenta de lo ocurrido.


                                          — ¡Oh, mira!— exclamó ella con ternura.— ¡Es solo un pequeño gatito!

𝑹𝒆𝒔𝒐𝒏𝒂𝒏𝒄𝒊𝒂 𝑰𝒏𝒇𝒊𝒏𝒊𝒕𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora