𝟎𝟑𝟐

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 Kiyomi dejó caer la cabeza hacia atrás, sus cabellos caían en cascada por el borde del colchón mientras sus dedos se aferraban a las sábanas, buscando alguna especie de soporte. Cada beso, cada caricia, cada suspiro que Satoru soltaba cerca de su piel encendía algo que le hacía difícil mantener el control. Sus piernas temblaban bajo su toque, pero no las apartaba. En su lugar, las dejó abiertas, invitándolo a seguir con su lenta pero irresistible invasión.


— Si sigues así...— intentó decir, pero sus palabras se quedaron atrapadas en su garganta cuando sintió cómo los labios de él ascendían lentamente en su piel.

— Shh...— le susurró él, con una sonrisa apenas perceptible, mientras deslizaba sus dedos por sus muslos, cerca de su ropa interior, acariciando con suavidad la piel desnuda de ella. — No necesitas decir nada. Solo relájate...


Satoru, con una concentración casi absoluta, dejó que sus manos comenzaran a trazar un camino más definido, explorando la suavidad de la piel de ella mientras sus dedos se movían con una precisión casi medida. Sus yemas apenas rozaban la piel expuesta de sus muslos, pero el toque era suficiente para enviar pequeñas oleadas de calor que se extendían desde sus caderas hasta la base de su abdomen. Lentamente, sus manos ascendían y descendían, cada movimiento iba creando un contraste entre la presión firme de sus dedos y la suavidad con la que avanzaba.

Sus manos comenzaron a expandir su dominio, moviéndose desde sus muslos hacia sus caderas, acariciando el borde de la ropa interior de ella, antes de deslizar los pulgares por debajo de la tela. Satoru tiró suavemente de ella hacia abajo, exponiendo más piel a cada centímetro que avanzaba. Su respiración era calmada, controlada, mientras observaba cómo Kiyomi reaccionaba ante cada gesto. Sin prisa, dejó que sus manos descendieran nuevamente, sus dedos trazaban el contorno de sus caderas, manteniendo la misma presión firme que la hacía temblar bajo su toque.

Una vez que la tela dejó de ser un obstáculo, sus manos volvieron a moverse hacía la parte interna de sus muslos, ahora con mayor intención. Sus dedos dibujaban pequeñas líneas circulares sobre su piel desnuda, aplicando una leve presión que creaba una constante tensión. Ella no podía evitar mover ligeramente las caderas en respuesta, pero él la mantuvo firme en su lugar, sujetándola con delicadeza pero con una determinación que dejaba en claro que sería él quien controlaría el ritmo.


— Tranquila...— susurró, su voz era baja y calmada mientras su boca descendía nuevamente.


Satoru acercó su rostro a la parte más íntima de Kiyomi, sus labios rozaron su piel con una suavidad casi exasperante. Su lengua, cálida y húmeda, hizo contacto con la piel expuesta, trazando una línea lenta y deliberada desde la base de su intimidad hasta la parte superior, como si estuviera explorando cada rincón de ella. El movimiento era controlado, preciso, asegurándose de que cada roce de su lengua enviara una nueva oleada de sensaciones por su cuerpo.

A medida que su lengua seguía su recorrido, sus manos se mantenían activas. Sus dedos se movían hacia los costados de sus caderas, sujetándola con firmeza para evitar que se moviera demasiado. De vez en cuando, uno de sus pulgares trazaba una ligera presión en la parte superior de sus muslos, alternando entre caricias suaves y apretones más fuertes. La tensión en el cuerpo de ella aumentaba a cada movimiento, y él lo sabía a la perfección.

Su lengua comenzó a moverse en patrones lentos, describiendo pequeñas espirales alrededor de su punto más sensible antes de detenerse justo en el borde, manteniéndola al límite. Cada vez que Kiyomi soltaba un suspiro o un gemido, él ralentizaba el ritmo, manteniendo el control absoluto, sin permitir que la tensión se disipara por completo. Cada nuevo toque era una promesa que nunca terminaba de cumplirse, manteniéndola en un estado constante de expectativa.

𝑹𝒆𝒔𝒐𝒏𝒂𝒏𝒄𝒊𝒂 𝑰𝒏𝒇𝒊𝒏𝒊𝒕𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora